CucharaSaturada

FRAGMENTOS BREVES DE AUTORES CUYO APELLIDO O SEUDÓNIMO COMIENZA POR LA LETRA:

Fragmentos breves de autores cuyo apellido o seudóninimo comienzo por la letra C

Caamaño, Luis.  Saber y ganar, el día de Freddy Mercury (entrada 5ª)   "El Buda lógico"

 

       ... Mi conductor es un andaluz, uno de tantos emigrados a Barcelonaen la década de los setenta del siglo XX, ahuyentado por el simbólico pan y cuchillo y el vaticinio certero de un futuro de sequías, moscas, dominó, misa social los domingos, aguardiente turbia y el fresco vespertino de una silla de enea a la puerta de una casa encalada e inexistente para el mundo; huido de verse sentado en ella a horcajadas, con los brazos apoyados en su respaldo, con la misma mirada de todos aquellos que se entregan a la nostalgia de lo que definitivamente no vivieron ni podrán vivir ya, al ritmo planetario de soles para chicharras, lunas grandes para enajenados y atardeceres marcados por el ritmo de los giros hipnóticos de los vencejos alrededor de una torre... -

  Leer entrada 5ª: BarcelonaVistas

 

 

   

Caballero Bonald, José Manuel,  Agata ojo de gato:     

 

             ... En llegando al paraje donde se aposentara la tropa de los erráticos condes Jeremías y Nepomuceno, no vio Manuela otra cosa que el redondo y translúcido fanal del páramo, asediado por las polvorientas candelas del levante y como sumido en lo más tenso de esa resistencia a la soledad que persiste en los lugares repentinamente deshabitados. Vacío Manuela el azogue de su mirada de ágata por aquella estéril representación de todo lo maltrecho y frustrado que almacenaba en su memoria y fue inspeccionando sin saber para qué las señas de los nómadas, los restos de un enigma llegado de la otra parte del mundo y comidos ahora por perros fantasmales y pájaros levantados antes que la luz a instancias del irreconocible tufo que expandían las basuras

 

            El tiempo no había dejado de devolver sus despojos con la misma impasible contumacia con que devuelve el mar un cadáver….

  

 Acceso al comienzo: AgataOjodeGato

 

   

Cadalso, José.     Cartas marruecas: 

 

                   CARTA XIII   de GAZEL A BEN-BELEY

                - ... Instando a mi amigo cristiano a que me explicase qué es nobleza hereditaria, después de decirme mil cosas que yo no entendí, mostrarme estampas que me parecieron de mágica, y figuras que tuve por capricho de algún pintor demente, y después de reírse conmigo de muchas cosas que decía ser muy respetables en el mundo, concluyó con estas voces, interrumpidas con otras tantas carcajadas de risa: «Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo».

 

                De la CARTA LXI   del MISMO AL MISMO

 - Creo que el carácter de algunos escritores europeos (hablo de los clásicos de cada nación) es el siguiente: los españoles escriben la mitad de lo que imaginan; los franceses más de lo que piensan, por la calidad de su estilo; los alemanes lo dicen todo, pero de manera que la mitad no se les entiende; los ingleses escriben para sí solos.

Acceso a fragmentos:      CartasMarruecas

   

Calvino, Italo.     (La ciudades invisibles)

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.

 

De Las ciudades invisibles de Italo Calvino. Enlace directo a:

Fragmentos:    -   Final:

Gua PlayBabil8 177 Acceder al final de Las ciudades invisibles de Italo Calvino

   

Carpentier, Alejo  El reino de este mundo. 

 

                - ... Se sintió viejo de siglos incontables. Un cansancio cósmico, de planeta cargado de piedras, caía sobre sus hombros descarnados por tantos golpes, sudores y rebeldías.  Tí Noel había gastado su herencia y, a pesar de haber llegado a la última miseria, dejaba la misma herencia recibida. Era un cuerpo de carne transcurrida. Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es...

 

Leer final :    ElReinodeesteMundo

   

Carver, Raymond. Catedral  (de Catedral):

  

         - ... El novio de Connie anunció que iba a dar un premio. Consistía en el ofrecimiento de sus servicios jurídicos, sin honorarios, para llevar un caso de divorcio. El de cualquiera. El que estuviera dispuesto, tenía que sacar una tarjeta de una ensaladera que él iría pasando. Cuando el recipiente llegó hasta nosostros, todo el mundo se echó a reir. Harley y yo nos miramos. No saqué tarjeta alguna. Harley tampoco. Pero le vi mirar a la ensaladera, al montón de tarjetas. Luego movió la cabeza y pasó el recipiente a la persona que estaba a su lado. Incluso Spuds y la nueva señora Cobb sacaron tarjetas. La ganadora tenía algo escrito al dorso. «El portador tieene derecho a un divorcio inapelable y gratuito», la fecha y la firma del abogado. El abogado estaba borracho, pero yo digo que ésa no es manera de comportarse en la vida. Menos nosotros, todo el mundo había metido la mano en la ensaladera, como si fuera algo divertido. La mujer que sacó la tarjeta ganadora aplaudió. Era como un concurso de televisión.

    - ¡Maldita sea, ésta es la primera vez que gano algo en la vida!

   Me dijeron que su marido era militar. No hay manera de saber si lo sigue teniendo o consiguió el divorcio, porque Connie Nova se relacionó con un grupo diferente de amigos después de que el abogado y ella se fueran cada uno por su lado.

   Abandonamos la fiesta inmediatamente después del sorteo. Estábamos tan impresionados que apenas podíamos hablar, hasta que uno de los dos digo:

       - No me creo que he visto lo que creo que he visto.  

       Quizá fuera yo.

  

Acceder a fragmentos:    CatedralCarver

   

 

 Carver, Raymond. Catedral  (de La Brida):

 

        - Recordé haber leído en algún sitio que los ciegos no fuman porque, según dicen, no pueden ver el humo que exhalan. Creí que al menos sabía eso de los ciegos. Per este ciego en particular fumaba el cigarrillo hasta el filtro y luego encendía otro. Llenó el cenicero y mi mujer lo vació...  

  

      ... La televisión mostró una catedral. Luego hubo un plano largo y lento de otra... A veces... dejando simplemente que el objetivo se moviera en torno a las catedrales. O bien la cámara daba una vuelta por el campo y aparecía un hombre caminando detrás de los bueyes. Esperé cuanto pude. Luego me sentí obligado a decir algo: 

    - Ahora aparece el exterior de esa catedral. Gárgolas. Pequeñas estatuas en forma de monstruos... 

    - ¿Son pinturas al fresco, muchacho? -me preguntó, dando un sorbo a su copa... 

    ... La cámara enfocó una catedral a las afueras de Lisboa, Comparada con la francesa y la italiana, la portuguesa no mostraba grandes diferencias. Pero existían. Sobre todo en el interior. Entonces se me ocurrió algo. 

    - Se me acaba de ocurrir algo. ¿Tiene usted idea de lo que es una catedral? ¿El aspecto que tiene, quiero decir? ¿Me sigue? Si alguien le dice la palabra catedral, ¿sabe usted de qué le hablan? ¿Conoce usted la diferencia entre una catedral y una iglesia baptista, por ejemplo?

    Dejó que el humo se escapara despacio de su boca... 

   

Carver, RaymonTres rosas amarillas: 

 

            - Cuando por fin le contesta­ron, pidió que subieran una botella del mejor cham­paña que hubiera en la casa. «¿Cuántas copas?», preguntó el empleado. «¡Tres copas!», gritó el mé­dico en el micrófono. «Y dése prisa, ¿me oye?» Fue uno de esos excepcionales momentos de inspiración que luego tienden a olvidarse fácilmente, pues la acción es tan apropiada al instante que parece ine­vitable.

  

     Leer cuento integro:   TresRosasAmarillas

  

   

Casavella, Francisco. Lo que sé de los vampiros:

  

         - ... Los grandes príncipes imitan el pasado, porque en algún lugar del pasado moraban los titanes. Y los pequeños príncipes imitan a los grandes. Y la plebe imita a los pequeños príncipes… ¡Sólo tienen imaginación los mendigos¡ ¡Sólo ellos levantan las manos al cielo y rozan suavemente con las yemas las cara de Dios!...

 

          - ... allí, en ese Campo de Marte, y a día de hoy, el ritual masónico de iniciación se ha mezclado con el sentimentalismo de Rousseau y sus epígonos, y ha pasado de ceremonia secreta a la más grande las celebraciones que se ha visto nunca. ¿Conclusión? O los designios de Providencia son ciertamente inescrutables, o Providencia está borracha como una cuba. Una melopea de las alegres, sin duda, pero colosal melopea.

Lo que sé de los vampiros de Francisco Casavella. Enlace directo a:

Comienzo:  -   Fragmentos:

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Castaneda, Carlos.  Las enseñanzas de don Juan: 

Cualquier cosa es un camino entre cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada. Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado vigorosa para que yo la entendiera. Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es: ¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora tiene sentido la pregunta de mi benefactor, ¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita.

   

- Te he dicho que para escoger un camino debes estar libre de miedo y de ambición. Pero el humito te ciega de miedo, y la yerba del diablo te ciega de ambición.

Argüí que se necesitaba ambición para emprender cualquier camino, y que su aseveración de que había que estar libre de ambición carecía de sentido. Una persona tiene que tener ambición para poder aprender.

El deseo de aprender no es ambición -dijo-. El querer saber, es nuestro destino como hombres, pero convidar a la yerba del diablo es solicitar poder, y eso es ambición, porque no lo estás haciendo para saber. No dejes que la yerba del diablo te ciegue. Ya te tiene enganchado. Invita a los hombres y les da una sensación de poder; los hace sentirse capaces de hacer cosas que ningún hombre común puede. Pero esa es su trampa. Y, luego, el camino sin corazón se vuelve contra los hombres y los destruye. No se necesita gran cosa para morir, y buscar la muerte es no buscar nada.

Enlace directo a los fragmentos de Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda:

Enlace directo a los fragmentos de Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda

   

Céline, Louis-Ferdinand.  Viaje al fin de la noche: 

 

         -… Al menos el norte conserva las carnes; la gente del norte es pálida de una vez para siempre. Entre un sueco muerto y un joven que ha dormido mal, poca diferencia hay. Pero el colonial está ya cubierto de gusanos un día después de desembarcar. Los esperaban impacientes, esas vermes infinitamente laboriosas, y no los soltarían hasta mucho después de haber cruzado el límite de la vida. Sacos de larvas.

 

          - … No cesaba, por miedo a equivocarme, en mi admiración patriótica y pedía una y mil veces a aquellos héroes, por turno, historias y más historias de bravura colonial. Son como los chistes verdes, las historias de bravura, siempre gustan a todos los militares de todos los países. Lo que hace falta, en el fondo, para llegar a una especie de paz con los hombres, oficiales o no, armisticios frágiles, desde luego, pero aun así preciosos, es permitirles en todas las circunstancias tenderse, repantigarse entre las jactancias necias. No hay vanidad inteligente. Es un instinto. Tampoco hay hombre que nos sea ante todo vanidoso. El papel de panoli admirativo es prácticamente el único en que se toleran con algo de gusto los humanos. Con aquellos soldados no tenía que hacer excesos de imaginación. Bastaba con que no cesara de mostrarme maravillado.

 

             - ...  Durante la juventud, a las indiferencias más áridas, a las granujadas más cínicas, llegas a encontrarles excu­sas de chifladuras pasionales y también qué sé yo qué sig­nos de romanticismo inexperto. Pero, más adelante, cuando la vida te ha demostrado de sobra la cantidad de cautela, crueldad y malicia que exige simplemente para mantenerla bien que mal, a 37o, te das cuenta, te empapas, estás en condiciones de comprender todas las guarradas que contiene un pasado. Basta con que te contemples es­crupulosamente a ti mismo y lo que has llegado a ser en punto a inmundicia. No queda misterio ni bobería, te has jalado toda la poesía por haber vivido hasta entonces. Un tango, la vida.

 

            - ...  No nos hablaban de sus tesoros mentales, los aliena­dos, sino con infinidad de contorsiones espantadas o ai­res condescendientes y protectores, al modo de adminis­tradores meticulosos y prepotentes. Ni por un imperio se habría podido sacarlos de sus cabezas. Un loco no es sino las ideas corrientes de un hombre pero bien encerradas en una cabeza. El mundo no pasa a través de su cabeza y se acabó. Se vuelve como un lago sin ribera, una cabeza cerrada, una infección.

 

      Leer fragmentos:    ViajeAlFinDeLaNoche

 

   

Cercas, Javier, Soldados de Salamina: 

 

                - Tres cosas acababan de ocurrirme por entonces: la primera es que mi padre había muerto; la segunda es que mi mujer me había abandonado; la tercera es que yo había abandonado mi carrera de escritor. Miento. La verdad es que, de esas tres cosas, las dos primeras son exactas, exactísimo, no así la tercera. En realidad mi carrera de escritor no había acabado de arrancar nunca, así que difícilmente podía abandonarla...

 

   Leer final:                 SoldadosSalamina

 

   

Chacel, Rosa. Alcancía. Vuelta

 

           - Los vencejos... y a veces parece que se persiguen, que va uno detrás de otro, pero no: es que van los dos a alcanzar el mismo mosquito.

 

           - ... Antonioni es el único capaz de fotograficar el silencio...

 

           - ... ¿Por qué aquel resabio dostoievskiano de repugnarme lo definitivo?...

 

           - Si mi carreta literaria... y diese algún resultado económico, afrontaría el bochorno porque, después de todo, creo que no tengo derecho a negarme tan en redondo a la prostitución. Bueno yo no lo creo, pero lo creen...

  

 

   

Chaves Nogales, Manuel.  A sangre y fuego (¡Masacre, masacre!): 

 

                - El general Mola había dicho por radio que sobre Madrid avanzaban cuatro columnas de fuerzas nacionalistas, pero que además contaba con una "quinta columna" en Madrid mismo, que sería la que más eficazmente contribuiría a la conquista de la capital. Pocas veces una simple frase ha costado más vidas. Cada vez que a los milicianos se les presentaba un caso de duda, cuando no había pruebas concretas contra un sospechoso, o cuando el inculpado creía que había desbaratado los cargos que se le hacían, el recuerdo de la amenaza de Mola fallaba en su daño y "por si era de la quinta columna" se votaba invariablemente por la prisión o el fusilamiento.

 

                  Ha sido la frase más cara que se ha dicho en España.

 

  Leer fragmentos:   ASangreYFuego

   

Chesterton, G.K.  La sagacidad del padre Brown:

 

           - Y, sin embargo, por más alto que subieran, el desierto seguía en flor, como la rosa.

  

   

Cioran, E.M.  Ese maldito yo:

 

> Demóstenes copió a mano ocho veces todo Tucídides. Así se aprende una lengua. Deberíamos tener el valor de transcribir todos los libros que admiramos.

 

> Esta mañana, tras haber oído a un astrónomo hablar de miles de millones de soles, he renunciado a asearme: ¿para qué seguir lavándose?

  

> No se habita un país, se habita una lengua. Una patria es eso y nada más..

 

> ¿Es concebible abrazar una religión fundada por otro?

 

> Por nuestras venas circula la sangre de los macacos. Si pensáramos en ello con frecuencia acabaríamos dimitiendo. No más teología, ni metafísica -lo cual equivale a decir no más divagaciones, ni arrogancia, ni desmesura, ni nada...

 

> «Cuando el pájaro del sueño pensó hacer su nido en mi pupila, vio las pestañas y le aterró la red.». ¿Quién, mejor que aquel Ben al-Hamara, poeta árabe de Andalucía, ha percibido lo insondable del insomnio?

 

> La mujer fue importante mientras simuló pudor y reserva. ¡Qué deficiencia demuestra empeñándose en dejar de jugar el juego! Ahora ya no vale nada, pues se asemeja a nosotros. Así desaparece una de las últimas mentiras que hacían tolerable la existencia.

 

> Si prefiero las mujeres a los hombres es porque ellas tienen la ventaja de ser más desequilibradas, es decir, más complicadas, más perspicaces y más cínicas, por no hablar de esa misteriosa superioridad que confiere una esclavitud milenaria.

  

> En un pueblo hindú dedicado a la producción de chales de cachemira, un industrial europeo pasó una temporada examinando los procedimientos que inconscientemente empleaban los tejedores. Tras haberlos estudiado a fondo, creyó oportuno revelárselos a los interesados, quienes perdieron así la espontaneidad, dejando de ser excelentes obreros.

  El exceso de deliberación perjudica a todos los actos. Disertar demasiado sobre la sexualidad equivale a sabotearla. El erotismo, plaga de las sociedades crepusculares, es un atentado contra el instinto, es la impotencia organizada. No se reflexiona sin riesgo sobre las proezas que no necesitan la mínima reflexión. El orgasmo jamás ha sido un acontecimiento filosófico...

 

> Si se me pidiese que resumiera lo más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de exclamación un ! definitivo-

 

       Acceder a los fragmentos de Ese maldito yo:   EseMalditoYo

 

   

Coetzee, J.M. La edad de hierro:

          -  …Hades, el infierno: el dominio de las ideas. ¿Por qué han tenido que inventar la idea de que el infierno sea un lugar solitario en medio de la Antártica o en el fondo de un volcán? ¿Por qué no puede estar el infierno a los pies de África y por qué las criaturas del infierno no pueden caminar entre los vivos?

 

         - … Perdóname si la imagen te ofende. Uno tiene que amar lo que tiene más cerca. Uno tiene que amar lo que tiene a mano, que es como aman los perros.

 

  Leer fragmentos de "La edad de hierro":   MartilloElectrEquo177

 

   

Conrad, Joseph. El corazón de las tinieblas:

 

          -  … No, es imposible; es imposible comunicar la sensación de vida de una época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad, su sentido, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como soñamos… solos… 

 

         -  ... El destino. ¡Mi destino! ¡Es curiosa la vida… ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo… que llega demasiado tarde… una cosecha de inextinguibles remordimientos. He luchado a brazo partido con la muerte. Es la contienda menos estimulante que podéis imaginar. Tiene lugar en un gris impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin un gran deseo de victoria, sin un gran temor a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en los propios derechos, y aún menos en los del adversario. Si tal es la forma de la última sabiduría, la vida es un enigma mayor de lo que alguno de nosotros piensa. Me hallaba a un paso de aquel trance y sin embargo descubrí, con humillación, que no tenía nada que decir…

 

Leer fragmentos:    ElCorazonDeLasTinieblas

 

   

Cortázar, Julio.  (Cita en "Del cuento breve y sus alrededores"):           

 

         ... "Este tipo de cuentos que abruma las antologías del género recuerda la receta de Edward Lear para fabricar un pastel cuyo glorioso nombre he olvidado: Se toma un cerdo, se lo ata a una estaca y se le pega violentamente, mientras por otra parte se prepara con diversos ingredientes una masa cuya cocción sólo se interrumpe para seguir apaleando al cerdo. Si al cabo de tres días no se ha logrado que la masa y el cerdo formen un todo homogéneo, puede considerarse que el pastel es un fracaso, por lo cual se soltará al cerdo y se tirará la masa a la basura. Que es precisamente lo que hacemos con los cuentos donde no hay ósmosis, donde lo fantástico y lo habitual se yuxtaponen sin que nazca el pastel que esperábamos saborear estremecidamente."

 Leer completo:  Del Cuento breve y sus alrededores (Cortázar)

   

Cortázar, Julio.  Rayuela.

           >  ... Poner al día, vaya expresión. Hacer. Hacer algo, hacer el bien, hacer pis, hacer tiempo, la acción en todas sus barajas. Pero detrás de toda acción había una protesta, porque todo hacer significaba salir de para llegar a, o mover algo para que estuviera aquí y no allí, o entrar en esa casa en vez de no entrar o entrar en la de al lado, es decir que en todo acto había la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que era posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente. 

    

        > ... Conocía de sobra a algunos comunistas de Buenos Aires y de París, capaces de las peores vilezas pero rescatados en su propia opinión por «la lucha», por tener que levantarse a mitad de la cena para correr a una reunión o completar una tarea. En esas gentes la acción social se parecía demasiado a una coartada, como los hijos suelen ser la coartada de las madres para no hacer nada que valga la pena en esta vida, como la erudición con anteojeras sirve para no enterarse de que en la cárcel de la otra cuadra siguen guillotinando a tipos que no deberían ser guillotinados. La falsa acción era casi siempre la más espectacular, la que desencadenaba el respeto, el prestigio y las hestatuas hecuestres. Fácil de calzar como un par de zapatillas, podía incluso llegar a ser meritoria («al fin y al cabo estaría tan bien que los argelinos se independizaran y que todos ayudáramos un poco», se decía Oliveira); la traición era de otro orden, era como siempre la renuncia al centro, la instalación en la periferia, la maravillosa alegría de la hermandad con otros hombres embarcados en la misma acción. Allí donde cierto tipo humano podía realizarse como héroe, Oliveira se sabía condenado a la peor de las comedias. Entonces valía más pecar por omisión que por comisión. Ser actor significaba renunciar a la platea, y él parecía nacido para ser espectador en fila uno. «Lo malo», se decía Oliveira, «es que además pretendo ser un espectador activo y ahí empieza la cosa»...

 

      > ... - Yo estoy en el suelo -dijo Ronald- y nada cómodo para decirte la verdad. Escuchá, Horacio: negar esta realidad no tiene sentido. Está aquí, la estamos compartiendo. La noche transcurre para los dos, afuera está lloviendo para los dos. Qué sé yo lo que es la noche, el tiempo y la lluvia, pero están ahí y fuera de mí, son cosas que me pasan, no hay nada que hacerle.

         - Pero claro -dijo Oliveira-. Nadie lo niega, che. Lo que no entendemos es por qué eso tiene que suceder así, por qué nosotros estamos aquí y afuera está lloviendo. Lo absurdo no son las cosas, lo absurdo es que las cosas estén ahí y las sintamos como absurdas. A mí se me escapa la relación que hay entre yo y esto que me está pasando en este momento. No te niego que me esté pasando. Vaya si me pasa. Y eso es lo absurdo…

Rayuela de Julio Cortázar. Enlace directo a:

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