CucharaSaturada

FRAGMENTOS BREVES DE AUTORES CUYO APELLIDO O SEUDÓNIMO COMIENZA POR LA LETRA:

Fragmentos breves de autores cuyo apellido o seudóninimo comienzo por la letra A

Achebe, Chinua. Todo se desmorona:        

          - No hay ninguna historia que no sea cierta -dijo Uchendu-. El mundo no tiene fin, y lo que a unos les parece bueno a otros les parece una abominación. Entre nosotros mismos hay albinos. ¿No creéis que llegaron a nuestro clan por equivocación, que se han perdido en camino a un país en el que todo el mundo es igual que ellos?... 

        

           - … Okonkwo nunca hacía las cosas a medias. Cuando su mujer Ekwefi protestó que bastaba con dos cabras para la fiesta, le contestó que no era cosa suya... «Si organizo una fiesta es porque tengo con qué. No puedo vivir a la orilla de un río y lavarme las manos con saliva.»

 

De Todo se desmorona de Chinua Achebe. Enlace directo a:

Fragmentos:    -   Final:

Gua PlayBabil8 177 CasaHundidaYMaAu177

   

Aira, César. Cecil Taylor:        

          - Los malos augurios tienen el nacarado de una perfección; los buenos, levantan el mundo en las manos y se lo ofrecen a los astros. La Reina de la Noche, en una palabra, canta de día.

   

        - La señoraVanderbilt, por otro lado, participaba de una famosa anécdota, que citaban casi todos los libros de psicología escritos en los últimos años. En cierta ocasión había querido amenizar una cena con música de violín. Preguntó quién era el mejor violinista del mundo: ¿qué menos podía pagar, ella? Fritz Kreislerle dijeron. Lo llamó por teléfono. No doy conciertos privados, dijo él: mis honorarios son demasiado altos. Eso no es problema, respondió la señora: ¿cuánto? Diez mil dólaresDe acuerdo, lo espero esta noche. Pero hay un detalle más, señor Kreisler: usted cenará en la cocina con la servidumbre, y no deberá alternar con mis invitados. En ese caso, dijo él, mis honorarios son otros. Ningún problema; ¿cuánto? Dos mil dólares, respondió el violinista.

 

Leer cuento completo:  cecil-taylor

   

Anónimo.  Una pregunta escrita en un muro (En Madrid):


¿Hay vida antes de la muerte?

   

Anónimo.  En una hoja suelta encontrada en una acera.

Parecía el diario de un niño (en Madrid):


Hoy mi mama me ha regañado por no saber el dinero.

Hoy me han regañado mucho y encima me ha mordido un gato.


   

Anónimo.   Poema adolescente.

           

Desastre, desastre,

tu viento invernal,

tu oficio, no tan cruel como la ingratitud de los hombres;

tu gusto, no por tanto penetrante,

porque tu oficio es no ver,

aunque tu aliento esté penoso.

   

Apuleyo.     (El asno de oro)

  ... Estas y otras cosas diciendo, con mucho temor se lanzó en la cámara y sacó una bujeta de la arquilla, la cual yo comencé a besar y abrazar, rogando que me favoreciese, volando prósperamente; así que prestamente yo me desnudé, lanzando allá todos mis vestidos, y con mucha ansia puse la mano en la bujeta y tomé un buen pedazo de aquel ungüento, ConvertidoEnAsnocon el cual fregué todos los miembros de mi cuerpo. Ya que yo con esfuerzo sacudía los brazos, pensando tornarme en ave semejante que Panfilia se había tornado, no me nacieron plumas, ni los cuchillos de las alas, antes los pelos de mi cuerpo se tornaron sedas y mi piel delgada se tornó cuero duro, y los dedos de las partes extremas de pies y manos, perdido el número, se juntaron y tornaron en sendas uñas, y del fin de mi espinazo salió una grande cola; pues la cara muy grande, el hocico largo, las narices abiertas, los labios colgando; ya las orejas, alzándoseme con unos ásperos pelos, y en todo este mal no veo otro solaz sino que a mí, que ya no podía tener amores con Fotis, me crecía mi sexo, así que, estando considerando tanto mal como tenía, me vi, no tornado en ave, sino en asno. Y queriéndome quejar de lo que Fotis había hecho, ya no podía, porque estaba privado de gesto y voz de hombre, y lo que solamente pude era que, caídos los labios y los ojos hundidos…


  ... Entonces yo me alegré con aquella guarda de la cárcel saludable, viendo cómo con mi astucia y discreta invención había escapado de las crueles manos de aquel carnicero; pero no es maravilla, porque ninguna cosa viene al hombre derechamente, cuando la Fortuna es contraria; porque la disposición y hado de la divina Providencia no se puede huir ni reformar con prudente consejo ni con otro remedio, por sagaz o discreto que sea; finalmente, que la misma invención que a mí pareció haber hallado para la presente salud, me causó y fabricó otro gran peligro, que aun mejor podría decir muerte presente…

Enlace directo a los fragmentos de El asno de oro de Apuleyo:

Enlace directo a los fragmentos de El asno de oro de Apuleyo

 

   

Askildsen, Kjell.    (Los perros de Tesalónica):

    ZaraYTortuga800c - … ¿Y qué?, preguntó ella. No, nada, contesté. Ah bueno, dijo ella, no creo que eso te preocupe mucho, porque una mentira suele llevar a otra. No es lo que crees, dije. ¿Qué sabes tú de lo que yo creo?, dijo. Dime lo que piensas que yo creo. No contesté. Recogió el resto de las cosas de la mesa con movimientos bruscos, luego dijo: Dime, ¿fue en un momento de fortaleza o de debilidad cuando desmentiste lo de William? No contesté. Ella se fue. Pensé: Que se joda.

Al cabo de un rato me levanté, pasé por delante de los frambuesos y fui al único lugar del jardín en el que no te pueden ver desde la casa. No había encontrado respuesta a su última pregunta. Me senté en el tocón del gran abedul enfermo que habíamos talado hacía cuatro años y permanecí allí sentado, mirando hacia el seto de cipreses que daba al atajo; a través de un hueco pude ver el travesaño roto de la valla que Eli aún no había descubierto, y que yo aún no me había decidido a reparar, y de repente se me ocurrió que mis disimulos y mentiras constituían una condición para mi libertad, y que mi confesión en el coche había expresado una indiferencia condicionada por la situación que nada tenía que ver con la sinceridad.

    Me levanté, ligeramente eufórico por esta precisión, y volví a la mesa del jardín. La puerta de la terraza estaba abierta…

: Enlace directo a los fragmentos.


 

   

TazaAtxaga

Atxaga, Bernardo.     (Escrito en una taza que me regalaron):

    El vuelo duró ocho horas, y la niña pequeña se durmió nada más llegar al hotel. No así su hermana mayor, de cinco años. Parecía preocupada. «Ha ocurrido algo raro -explicó-. Tanto tiempo viajando por el cielo y no he visto a las personas». Le preguntamos a qué personas se refería. «A las que están muertas», dijo.

 

BREVES FRAGMENTOS DE LIBROS: NAVEGACIÓN

-Por inicial del apellido/pseudónimo de los AUTORES  (alfabético)-

 

Fragmentos breves
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