CUENTOS CASI PERFECTOS:
CUENTOS en fragmentos de libros:
La relación de CUENTOS se ordena así:
- Grupo I : Cuentos con títulos que comienzan por el artículo EL.
- Grupo II : Cuentos con títulos que comienzan por el artículo LA.
- Grupo III: Resto de Cuentos.
(Dentro de cada grupo los cuentos están ordenados alfabéticamente)
Enlace directo a los cuentos con títulos que comienzan por el artículo EL
Orden alfabético x título. Las imagenes de Cuento/autor están "hipervinculadas" a su texto.
El barril de amontillado Edgar Allan Poe
Había soportado las mil injurias de Fortunato lo mejor que pude, pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Vosotros, que tan bien conocéis la naturaleza de mi alma, no supondréis, sin embargo, que pronunciara una sola palabra acerca de mi propósito. Al final, yo sería vengado. Éste era ya un punto establecido definitivamente. Por la misma decisión con que lo había resuelto... (Pulsar en imagen)
El Caso Berciani Alan Pauls
De la estación terminal al vaciadero de desechos, una de dos: o se toma la avenida Pianetti o se toma el camino de cintura. Una de dos -y no hay otra opción. Años pasaron los automovilistas buscando la forma de unir ambos puntos; siempre fue en vano. Cualquier atajo, de los miles que se ensayaron, iba a morir en Pianetti o en el camino de cintura, y a morir indefectiblemente. Para ejemplos... (Pulsar en imagen)
El Chinago Jack London
Ah Cho no entendía el francés. Sentado en la sala abarrotada de gente, cansado y aburrido, escuchaba aquella lengua incesante y explosiva que articulaban un oficial tras otro. Un inagotable parloteo y nada más era a oídos de Ah Cho, quien se maravillaba ante la estupidez de aquellos franceses que tanto tiempo empleaban en investigar quién era el asesino de Chung Ga y ni aún así podían descubrirlo. Los quinientos coolies... (Pulsar en imagen)
El deseo de ser piel roja Franz Kafka
Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas,
y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo. (Pulsar en imagen)
El elefante encadenado Jorge Bucay
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena... (Pulsar en imagen)
El elixir del Reverendo padre Gaucher Alphonse Daudet
Beba usted esto vecino, ¡y verá qué bueno es! Y, gota a gota, con el cuidado minucioso de un lapidario que contase perlas, el cura de Graveson me sirvió dos dedos de un licor verde, dorado, tibio, reluciente, exquisito... Me dejó el estómago soleado. - Es el elíxir del Padre Gaucher, la alegría y la salud de nuestra Provenza -me dijo el buen señor con aire triunfal-: lo elaboran en el convento de los Premonstratenses... (Pulsar en imagen)
El fantasma de Canterville Oscar Wilde
Todos le dijeron al señor Hiram B. Otis, embajador de Estados Unidos de Norteamérica, que cometía un gran disparate cuando adquirió el castillo de Canterville, porque el lugar estaba embrujado. Hasta el mismísimo Lord Canterville, como hombre de gran honradez, se creyó en el deber de comunicárselo cuando pactaron las condiciones de venta. - Nosotros mismos no hemos vuelto a vivir allí -expuso Lord Canterville-... (Pulsar en imagen)
El Horla Gui de Maupassant
8 de mayo.- ¡Qué día tan espléndido! He pasado toda la mañana tumbado en la hierba, delante de mi casa, bajo el enorme plátano que la cubre, la abriga y la sombrea por entero. Me gusta esta región, y me gusta vivir en ella porque aquí tengo mis raíces, esas profundas y delicadas raíces que ligan a un hombre a la tierra donde sus abuelos han nacido y han muerto, que lo ligan a lo que allí... (Pulsar en imagen)
El Nadador John Cheever
Era uno de esos domingos de mediados del verano en que todo el mundo repite: «Anoche bebí demasiado». Los susurraban los feligreses al salir de la iglesia, se oía de los labios del mismo párroco mientras se despojaba de la sotana en la sacristía, así como en los campos de golf y en las pistas de tenis y también en la reserva natural donde el jefe del grupoAudubon sufría los efectos... (Pulsar en imagen)
El partido de Reyes Manuel Rivas
¡Para Félix¡. Son las cinco de la tarde, una hora menos en Canarias. Eso decían siempre los locutores de Carrousel Deportivo. Y así era Félix, a quién nosotros llamábamos Feliz, porque ceceaba algo y sonreía cuando le reprendíamos. Una hora Menos. De chavales, cuando jugábamos una pachanga en el patio de la escuela, no había problema. Lo dejábamos participary nos divertía su terquedad en... (Pulsar en imagen)
El rayo de luna Gustavo Adolfo Bécquer
Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia; lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy triste, de la que acaso yo seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación. Otro, con esta idea, tal vez hubiera hecho un tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito esta leyenda que, a losque nada vean en su fondo... (Pulsar en imagen)
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La cuestión de la dama en el Max Lange Abelardo Castillo
El hombre que está subiendo por la escalera en la oscuridad no es corpulento, no tiene ojos fríos ni grises, no lleva ningún arma en el bolsillo del piloto, ni siquiera lleva piloto. Va a cometer un asesinato pero todavía no lo sabe. Es profesor secundario de Matemática, está en su propia casa, acaba de llegar del Círculo de Ajedrez y, por el momento, sólo le preocupauna cosa en el mundo... (Pulsar en imagen)
La gallina degollada Horacio Quiroga
Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba... (Pulsar en imagen)
La rosa de Paracelso Jorge Luis Borges
De Quincey: "Writings", XIII, 345. En su taller, que abarcaba las dos habitaciones del sótano, Paracelso pidió a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discípulo. Atardecía. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares.
Levantarse para encender la lámpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distraído por la fatiga, olvidó su plegaria... (Pulsar en imagen)
La última noche James Salter
Walter Duch era traductor. Le gustaba escribir con una pluma estilográfica verde que tenía por costumbre dejar suspendida en el aire después de cada frase, casi como si su mano fuera un artefacto mecánico. Podía recitar frases de Blok en ruso y luego dar la traducción alemana de Rilke, resaltando la belleza de las palabras. Era un hombre sociable pero también quisquilloso, que tartamudeaba... (Pulsar en imagen)
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Las tres misas rezadas (Cuento De Navidad) Alphonse Daudet
- ¿Dos pavos trufados, Garrigú? -Sí, Reverendo, dos magníficos pavos atiborrados de trufas. Lo sé mejor que nadie, pues yo mismo ayudé a rellenarlos. Parecía que el pellejo iba a reventar al asarse, tan estirado estaba. -¡Jesús María, y a mí que me gustan tanto las trufas! Dame pronto la sobrepelliz, Garrigú. Y ¿qué más has visto en la cocina, fuera de los pavos? -¡Oh, una porción de cosas buenas!... (Pulsar en imagen)
Enlace directo a Otros Cuentos. Con títulos que NO comienzan por los artículos EL ni LA
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Apuestas (Relatos de lo inesperado) Roald Dahl
En la mañana del tercer día el mar se calmó. Hasta los pasajeros más delicados —los que no habían salido desde que el barco partió—, abandonaron sus camarotes y fueron al puente, donde el camarero les dio sillas y puso en sus piernas confortables mantas. Allí se sentaron frente al pálido y tibio sol de enero. El mar había estado bastante movido los dos primeros días y esta repentina calma y sensación... (Pulsar en imagen)
Cabezas contra el asfalto Samanta Schweblin
Si golpeas mucho la cabeza de alguien contra el asfalto -aunque sea para hacerlo entrar en razón-, es probable que termines lastimándolo. Esto es algo que mi madre me explicó desde el principio, el día que golpeé la cabeza de Fredo contra el piso del patio del colegio. Yo no era violento, quiero aclarar esto. Hablaba apenas lo necesario, no tenía amigos ni enemigos con los que pelearme. Lo único... (Pulsar en imagen)
Casa tomada Julio Cortázar
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse... (Pulsar en imagen)
Cecil Taylor César Aira
Amanecer en Manhattan. Con las primeras luces, muy inciertas, cruza las últimas calles una prostituta negra que vuelve a su cuarto después de una noche de trabajo. Despeinada, ojerosa, el frío de la hora transfigura su borrachera en una estúpida lucidez, un ajado apartamiento del mundo. No ha salido de su barrio habitual, por lo que no le queda mucho camino que recorrer. El paso es lento... (Pulsar en imagen)
Cordero asado (Relatos de lo inesperado) Roald Dahl
La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de whisky. Cubos de hielo en un recipiente. Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo. De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, simplemente para... (Pulsar en imagen)
Cuanta tierra necesita un hombre Leon Tolstoi
Érase una vez un campesino llamado Pahom, que había trabajado dura y honestamente para su familia, pero que no tenía tierras propias, así que siempre permanecía en la pobreza. "Ocupados como estamos desde la niñez trabajando la madre tierra -pensaba a menudo- los campesinos siempre debemos morir como vivimos, sin nada propio. Las cosas serían diferentes ... (Pulsar en imagen)
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Gastrónomos (Relatos de lo inesperado) Roald Dahl
Éramos seis cenando aquella noche en la casa de Mike Schofield en Londres: Mike con su esposa e hija, mi esposa y yo, y un hombre llamado Richard Pratt.
Richard Pratt era un famoso gourmet, presidente de una pequeña sociedad gastronómica conocida por «Los epicúreos», que mandaba cada mes a todos sus miembros un folleto sobre comida y vinos. Organizaba comidas en las cuales eran servidos... (Pulsar en imagen)
Informe para una Academia Franz Kafka
Excelentísimos señores académicos: Me hacéis el honor de presentar a la Academia un informe sobre mi anterior vida de mono. Lamento no poder complaceros; hace ya cinco años que he abandonado la vida simiesca. Este corto tiempo cronológico es muy largo cuando se lo ha atravesado galopando -a veces junto a gente importante- entre aplausos, consejos y música de orquesta; pero en realidad solo... (Pulsar en imagen)
Pájaros a punto de volar Patricia Highsmith
Todas las mañanas, Don miraba el buzón, pero nunca había carta de ella. No habrá tenido tiempo, se decía. Repasaba mentalmente todas las cosas que ella tenía que hacer: llevar sus pertenencias de Roma a París, encontrar un apartamento al llegar a París y empezar su nuevo trabajo, antes de sentarse a escribirle una carta. Consideró todos los probables retrasos, al principio... (Pulsar en imagen)
Para escribir un cuento en cinco minutos Bernardo Atxaga
Para escribir un cuento en sólo cinco minutos es necesario que consiga -además de la tradicional pluma y del papel blanco, naturalmente- un diminuto reloj de arena, el cual le dará cumplida información tanto del paso del tiempo como de la vanidad e inutilidad de las cosas de esta vida; del concreto esfuerzo, por ende, que en ese instante está usted realizando. No se le ocurra ponerse delante de una de esas... (Pulsar en imagen)
Placer de clérigo (Relatos de lo inesperado) Roald Dahl
El señor Boggis conducía despacio, cómodamente reclinado en el asiento, el codo apoyado en la parte baja de la ventanilla abierta. Qué hermosa estaba la campiña, pensó; y qué agradable percibir de nuevo indicios de verano. Sobre todo las prímulas. Y el oxiacanto. El oxiacanto estallaba en blanco, rosa y rojo por los setos, y las prímulas crecían debajo en pequeños macizos, y resultaba maravilloso.... (Pulsar en imagen)
Tres rosas amarillas Raymon Carver
Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Alexei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario, un self-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en común: sangre campesina en las venas. Pero... (Pulsar en imagen)
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