Fragmentos de libros. ANTE TODO NO HAGAS DAÑO de Henry Marsh   Final I

TEXTO DE PORTADA:  Dado que no es propiamente un final, dudamos si incluir este último capítulo de un libro de divulgación tan a la medida del mercado. Pero pasa que se trata de unas memorias-confesión honestas y muy, muy humanas, en donde la fragilidad del hombre occidental, muy lejos de la espiritualidad debida a una vida breve y con poco sentido, nos parece su leitmotiv subyacente. Pero, además, en este último capítulo el señor Marsh no nos narra un caso clínico que deriva en una operación quirúrgica determinada con esperanzador o con trágico resultado, sino que dedica el capítulo a su labor en los consultorios, a los pacientes que nos sentamos al otro lado de su mesa pidiéndole curación, esperanza, comprensión y, muchas veces, un milagro. Nuestra portada es una perspectiva de la amplia y excelente estación de metro del hospital Doce de Octubre de Madrid. La decora y preside un gran mural ("Humani Corpore") que rinde homenaje a la medicina y al cuerpo humano representado por doce figuras humanas sobre un fondo de reproducciones de láminas de anatomía del siglo XIX, y que tras leer este libro, lo admiramos y sentimos por valores más profundos que los meramente estéticos.

  Estación de metro Doce de Octubre, muy cerca del hospital del mismo nombre (Madrid).    © LCJ  2018

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Finales de libros. Último capítulo   

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Anestesia dolorosa 

f. Med. Dolor espontáneo e intenso en un área anestesiada.

       Durante el verano en el que me caí por la escalera y me rompí la pierna hubo una ola de calor, que llegó a su fin con una breve tormenta a primera hora de una mañana. Yo estaba en la cama, escuchando alegremente el retumbar de los truenos en la ciudad aún silenciosa. Me habían quitado el yeso el día anterior, para reemplazarlo por una gran bota hinchable de plástico y velcro que parecía digna de un soldado imperial de La guerra de las galaxias. Era un armatoste, pero por lo menos podía caminar con ella y quitármela por las noches. Se me hacía extraño volver a «reunirme» con mi pierna tras una ausencia de seis semanas, embutida como había estado en su cáscara de fibra de vidrio. La acaricié y la froté mientras yacía en la cama oyendo cómo arreciaba la lluvia, e intenté de trabar de nuevo amistad con ella. Estaba rígida, morada e hinchada; apenas la reconocía y parecía curiosamente ajena a mí. La investigación neurocientífica reciente ha demostrado que, apenas unos días después de que se haya perdido o inmovilizado un miembro, el cerebro empieza a renovar sus conexiones, y otras áreas del mismo pasan a controlar la zona que ocupaba la extremidad en cuestión, ahora superflua e inútil. La sensación de distanciamiento que tenía de mi propia pierna se debía probablemente a dicho fenómeno, conocido como «neuroplasticidad», por el que el cerebro se encuentra en un proceso de cambio constante...

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