Fragmentos de libros. LOS ASQUEROSOS de Santiago Lorenzo  COMIENZO I:

TEXTO DE PORTADA:  El metro se detuvo, abrió sus puertas y de la estación de Legazpi apareció frente a mí este ficticio "Manuel". No le interesó nada de lo de dentro, solo se acuclilló junto a la puerta, abrió su carro-cubo-bolsa y esparció unos cuantos cachivaches por el suelo del vagón -los más, parecen altavoces-. Después, como si no hubiera un mañana, comenzó a descerrajarlos a conciencia con un cincel. Tris-tras, tris-tras. Nuestras aprensivas miradas se centraron en él pero la de Manuel en la de ninguno, absorto en su valiosa quincalla. Tris-tras. Tres paradas después -en Pacífico-, "Manuel" recogió su mercancía y despareció de nuestra vida dejándonos un punto de perplejidad.
Zarzahuerieles urbanos, donde habitan los "Manueles", hay unos cuantos en Madrid. Son puntos ciegos. A uno, que anda un poco y mira otro poco, se le permite verlos en su mundo -no observarlos- de cuando en cuando. La vida de los "Manueles" es tan invisible para nosotros como lo es para ellos nuestra Gran Farsa. Y es muy difícil fotografiarlos si no es con disimulo, con el móvil o la cámara a la altura de la barriga, a lo que salga. Si los encuadras y parametrizas, los "Manueles" no salen, desaparecen de la imagen como los fantasmas, como los hombres vampiro de los espejos.

Metro de Madrid. para la perplejidad.    © LCJ  2019. 

Edit.:    www.blackiebooks.org

   

Comienzos de libros   

 

    Se transcriben los tres primeros capítulos.

1

    Nació en Madrid en 1991. Su padre era uno que le daba igual a todo el mundo. Su madre, que lo mismo, era la hermana de mi exmujer, a la que no veo desde hace ya ni sé. No tenía más tíos que yo.

     Impresionaba verle, con once años, buscando trabajo en Internet. Ni se lo iban a dar ni él lo iba a pedir, por su edad. Pero desde crío, Manuel ya estaba indagando sobre cómo sería verse a sí mismo metido en el mundo. 

      Manuel es nombre falso. Pero es que no debo dar el verdadero. 

    Era uno de esos críos a los que ahora llaman «niños de la llave». Sus padres, por trabajo o relaciones, nunca estaban en casa. Manuel llevaba la llave de su domicilio colgada al cuello porque no tenía a nadie que se ocupara de él a la salida del colegio. Se supone que esta es situación carencial y penosa. Muchos, en su tesitura de desasistencia, se tirarían con los años por la autolesión, el juego de rol insano, el ostión en moto, la anorexia o el romanticismo salido de rosca...

    ...

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