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TEXTOS ENTRESACADOS DE PRISIÓN PERPETUA

RICARDO PIGLIA  CAB PrisiónPerpetua

   De la lectura y posterior referencia en fragmentos de libros de las dos novelas cortas que componen esta edición (Anagrama, 2007) de Prisión perpetua de Ricardo Piglia, hemos entresacado unos cuantos textos que hemos creído conveniente aislarlos del conjunto porque lucen con un brillo propio y, la mayor parte, nos parece que presentan una unidad por sí mismos y que son extraibles, sin perder su sentido, del contexto. 

  Porque nos han gustado mucho, quisimos, en un principio, incorporarlos a nuestra sección de fragmentos breves (alguno por allí asomará también) porque muchos de ellos parecen ser eso, es decir, presentan un formato y un contenido más o menos similar a los que apareccen en esa sección. Lo que pasa es que estos textos entresacados se refieren casi en exclusiva al escribir, a la Literatura, a lo que ello significa, a su compromiso, implicaciones y alcance, por lo que nos hemos inclinado por abrirles una entrada aquí, en "Aprender a escribir", porque no todos los que hasta aquí nos acercamos buscamos las mismas cosas y estamos seguros que a alguno de ustedes les alcanzará y les podrá ser util y le encontrarán sentido que aparezcan en esta sección. Esperamos que así sea.

        Saber vender.   Mi padre, dijo Ratliff, fue un narrador excepcional. Vendía máquinas de coser por el campo. Andaba de un lado a otro, con un camioncito entoldado, y paraba en las chacras y se sentaba a la sombra de los tilos a conversar con las mujeres, que le ofrecían limonada. Era capaz de vender una máquina inservible usando el arte hipnótico de la narración. Narrar, decía mi padre, es como jugar al póquer, todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad. 

       WH HudsonW.H. Hudson. Vine a este país, decía a veces, porque quise conocer el lugar donde nació uno de los mejores narradores del siglo XIX...

La caza de elefantes. Si la literatura no existiera esta sociedad no se molestaría en inventarla. Se intentarían las cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura.

La situación actual de la literatura se sintetizaba, según Steve, en una opinión de Roman Jakobson. Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Vladimir Nabokov, dijo: «Señores, respeto el talento literario del señor Nabokov, ¿Pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar clases de zoología?»

Todas las historias giraban sobre un punto de viraje, como si  hubieran vivido una sola experiencia. No era la locura, era el borde, la frontera, podían fingir, pagaban tres dólares por una llamada de cinco minutos. La locura jamás será narrativa.

 

Nunca sé si recuerdo las escenas o si las he vivido. Tal es el grado de nitidez con la que están presentes en mi memoria. Y quizá eso es narrar. Incorporar a la vida de un desconocido una experiencia inexistente que tiene una realidad mayor que cualquier cosas vivida.

Un narrador debe ser capaz de crear un héroe cuya experiencia supere la de todos sus lectores, decía Steve. Ningún novelista que yo sepa, en este siglo o en algún otro, ha asesinado a nadie en la vida real. Cuando lo dijo estaba demasiado borracho y yo no entendí el sentido de lo que estaba diciendo.

Parecía cada vez más cínico y más desesperado. El alcohol lo mantenía en un estado de perpetua exaltación. Hablaba como un predicador, como la mujer del párroco, en voz alta, peso solo para sí mismo. Quizá también para mí. Yo no conocía el secreto, entonces podía creerle. En eso reside el arte de la ficción.

Me hablaba de su novela y me leía capítulos o versiones y me hablaba de sus proyectos para volver a Nueva York. Sólo los que mienten conocen la verdad. ¿Lo dijo Steve?

El autoengaño es una forma perfecta. No es un error, no se debe confundir con una equivocación involuntaria. Se trata de una construcción deliberada, que está pensada para engañar al mismo que la construye. Es una forma pura, quizá la más pura de las formas que existen.

¿Es posible la ficción de a uno? ¿O tiene que haber dos? El autoengaño como novela privada, como autobiografía falsa. Los actos más perfectos solo tienen por testigo a quien los realiza. Un arte cuya forma exige no ser descubierta.

El Pájaro es un narrador tradicional, por eso intercala reflexiones y máximas en medio de sus historias. En el fondo es una forma de retardar la acción. Pensar es un modo de crear suspenso, dice. Construir un espacio entre un acontecimiento y otro acontecimiento, eso es pensar.

 Piensa que con ella, al perderla, empezó su manía de fijar el fluir de la vida. Lo que Artigas llama «el arte de narrar». Fijar, dice el Pájaro, el lento fluir de la vida, detener ese movimiento impreciso.

 

KublaKhanPorlock. El hombre que llegó de Porlock e interrumpió a Samuel Coleridge mientras escribía el poema Kubla Khan. Hay que asociar el margen estrecho de Fermat, la imposibilidad de seguir diciendo lo que se conoce, con la irrupción del extraño visitante que corta la creación de Coleridge y le impide continuar el poema que estaba escribiendo. //El prefacio más famoso, quizá, en la historia de literatura escrito en 1816 para presentar el gran poema y su composición (A psichological curiosity) introduce a la famosa «person on business from Porlock» que al llegar impide al poeta recordar el poema que había soñado completo la noche anterior) y del que solo sobrevivieron «fourt-five lines»)...

Se puede acceder desde aquí a los textos de "Prisión perpetua".

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