Fragmentos de libros. MATADERO CINCO de Kurt Vonnegut Comienzo I:
En mi insignificante barriada lo que cae es más baladí y, desde luego, menos mortífero: algún excremento de paloma o de cotorra argentina, unas pinzas de tender, los goterones turbios de la ropa recién puesta a secar, el agua excedente del riego de unas macetas de geranios o de caléndulas, y hasta puede que un calcetín, una colilla encendida o un escupitajo. Por lo que de estos bombardeos de Dresde uno puede escribir bien poco y lo que se diga también resultará triste y fútil, sin ningún interés para nadie.
Pero también puede ocurrir -una singularidad- que algo caído desde un balcón de mi barrio sirva de pretexto para anotar esto que usted está leyendo y dejar plasmada una imagen apropiada para nuestra portada de Matadero cinco.
El Niño ganado muge,
El Niño se agita,
Pero Jesusito
ni llora ni grita.
Todo esto sucedió, más o menos. De todas formas, los partes de guerra son bastante más fieles a la realidad. Es cierto que un individuo al que conocí fue fusilado, en Dresde, por haber cogido una tetera que no era suya. Igualmente cierto es que otro individuo, al que también conocí, había amenazado a sus enemigos personales con matarlos por medio de pistoleros alquilados.
Y así sucesivamente. He cambiado los nombres de los personajes.
Es cierto que volví a Dresde, con dinero de Guggenheim (Dios le bendiga), en 1967. La ciudad se parecía un poco a Dayton, Ohio, aunque con muchos más espacios libres. Su suelo debía de contener toneladas de harina de huesos humanos...
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