Fragmentos de libros. EL ARTE DE LA FICCIÓN de David Lodge Final I:
Finales de libros
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50 - El Final
La abadía de Northanger (1818) de JANE AUSTEN.
La zozobra que en ese momento de su relación pudieron padecer Henry y Catherine, y todos aquellos que amaran a alguno de los dos, respecto a su desenlace final, difícilmente podrá transmitirse al corazón de mis lectores, quienes habrán adivinado por la delatora escasez de páginas que nos aproximamos a toda prisa hacia la más absoluta felicidad.
El señor de las moscas (1954) de WILLIAM GOLDING
Ralph le miró sin decir nada. Por un momento volvió a sentir el extraño encanto de las playas. Pera ahora la isla estaba chamuscada como leños apagados. Símon había muerto y Jack había... Las lágrimas corrieron de sus ojos y los sollozos sacudieron su cuerpo. Por vez primera vez en la isla se abandonó a ellos; eran espasmos violentos de pena que se apoderaban de todo su cuerpo. Su voz se alzó bajo el negro humo, ante las ruinas de la isla, y las otros muchachos, contagiados por los mismos sentimientos, comenzaron a sollozar también. Y en medio de ellos, con el cuerpo sucio, el pelo enmarañado y la nariz goteando, Ralph lloró por la pérdida de la inocencia, las tinieblas del corazón del hombre y la caída al vacío de aquel verdadero y sabio amigo llamado Piggy.
El oficial, rodeado de tal expresión de dolor, se conmovió, algo incómodo. Se dio la vuelta para darles tiempo de recobrarse y esperó, dirigiendo la mirada hacia el espléndido crucero, a lo lejos..
«Las conclusiones son el punto débil de la mayoría de los autores», observó George Eliot, «pero parte del problema está en la naturaleza misma de la conclusión, que puede ser todo lo más una negación». Para los novelistas victorianos el final resultaba particularmente problemático, porque lectores y editores les presionaban para que fuese feliz. El último capítulo se llamaba en el negocio editorial wind-up, «liquidación»; Henry James lo describía con sarcasmo como «un reparto, por fin, de premios, pensiones, maridos, mujeres, bebés, millones, párrafos añadidos y frases alegres». El mismo James fue un pionero del final «abierto» característico de la ficción moderna: más de una vez puso punto final a sus novelas en medio de una conversación, dejando en el aire una frase, con la resonancia, pero también la ambigüedad, que eso implica: «Asi pues, aquí estamos -dijo Strether» (Los embajadores)...
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Continuar FINAL de "El arte de la ficción" . Lodge.
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