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     OPINAMOS DE "EL HOMBRE DEL TOQUE MÁGICO"  (Stephen Vizinczey         

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Para que quede salvado desde el principio, tenemos que decir que esta novela no nos ha gustado demasiado y que no han sido pocos los momentos en los que hemos tenido que vencer la tentación de mandarla a la segunda fila –la del fondo- de una balda alta.

Entonces, me dirá usted, ¿por qué nos lo recomienda?, ¿por qué lo incorpora a esta “cuidada selección de libros”, como se jacta en decirnos?. Bien, la verdad es que nosotros no lo recomendamos. Pero como sí hemos encontrado motivos –razonados más adelante-, para situarlo en nuestra parrilla, pues tampoco va a ser cosa de hacerlo astillas y nos mantendremos con respecto a él, fríos y discretos, como los notarios. Pero además, nosotros no somos la medida del mundo y para gustos, los colores y los libros, y si un editor lo ha sacado a los ojos del mundo y lo califica en la contracubierta como “una de las grandes novelas de hoy”, pues, oiga, algo tendrá de excelencia que otros ponderen, aunque nosotros no la hayamos encontrado y nos limitemos a poner cara de palo, lavarnos las manos –y, por incredulidad, los ojos también- y en quitar del encabezado de sus fragmentos el literal común “UN BUEN LIBRO PARA LEER”. La cuestión es que aquí está y puede hacer usted con él lo que más le plazca, nosotros nos limitaremos a explicar el porqué aparece por aquí, aunque algún juicio de valor sí que se nos tendrá que derramar inevitablemente por esta ¿crítica literaria?

 El señor Vizinczey (¡Caray para escribir este apellido tantas veces como me ha tocado hacer!) es húngaro exiliado de la Hungría comunista, como Marai, y se dio a conocer en el mundo de la literatura por dos primeras novelas exitosas sobre las que hemos leído opiniones variopintas, pero principalmente, al menos en lo a nosotros nos importa, por lo que más se le reconoce es por su ensayo titulado “Verdad y mentiras en la literatura(ya en fragmentos de libros: leer) y que será lo único que leeremos de este autor de aquí en adelante; una obra de mucha influencia, “inteligente” y “justa” con autores y obras. En este ensayo, se incluye o se sintetiza su nombrado decálogo “Los Diez Mandamientos de un escritor” –incluido en nuestra sección correspondiente- (Leer) y en el que encontramos su primer mandamiento que reza: “No beberás, ni fumarás, ni te drogarás. Para ser escritor necesitas todo el cerebro que tienes”. Ante este mandamiento y los subsiguientes, es natural (tiene que ser usted comprensivo con nuestra debilidad) que nos haya picado la curiosidad de conocer cómo lo lleva el propio Vizinczey a la práctica, qué hace en novela con todo el cerebro que le deja el no beber, el no fumar y el no drogarse, y ésta ha sido una buena razón para querer leer El hombre del toque mágico, y un adecuado motor para empujarnos hasta el final de la novela cuando nos atorábamos, y de ponerlo aquí para que usted también pueda contrastarlo, si lo desea.

La novela, no sé sabe muy bien en qué género encajaría –lo que por sí mismo, no debe ser malo-, pero algo de perplejidad sí que crea, sobre todo para lectores que se autonombran en algunos de los blogs y foros como “cifis”, es decir amantes de la ciencia ficción, porque en algunos se incluye esta novela sin saber si hacen bien o hacen mal, porque sí, dentro de lo que cabe, es una novela de ciencia ficción, pero… Pero también es una novela que se la define como un apólogo moral o una novela de crítica social o una reflexión sobre el envejecimiento, en fin, lo que se quiera decir, es decir de género ambiguo.

Algunas perlas sí que se encuentran en la novela –blancas y negras, claro-. A mí, la parte que más me ha “gustado” –es algo personal, no quiero inmiscuirle- es ésa en la que se describe un despido de más de 900 personas de una empresa (a lo moderno, de un día para otro, con sus cajitas de cartón, con sus guardias de seguridad, con alevosía, es decir con la indefensión más absoluta de las víctimas, método ya importado por España desde Yanquilandia y visto tan espantosamente natural ya como jálogüin) y en el que el protagonista, Jim, es el encargado de desbrozar de seres humanos el cotarro, y lo hace a partir de las listas confeccionadas por los llamados exterminadores, que «eran catorce, todos ellos jóvenes, como los médicos de la salas de cáncer de los hospitales. Despedir a la gente es tarea de jóvenes». Lo que no impide que ese Jim sea considerado por el autor con las suficientes virtudes como para ser el elegido que obtenga los poderes traspasados por un extraterrestre y se le arrogue la capacidad moral de juzgar a los demás. Así es, pero, lo que es a mí, me cae ese Jim como una patada y pienso de él que tendría que ser el primero que hediera.

 En fin, siendo una novela de Vizinczey, tiene que estar aquí. Además hay un par de cosas del libro que no quiero que se me olviden. (Si no lo he dicho ya en algún sitio de fragmentos de libros, antes de la existencia de esta página un servidor anotaba en un cuadernillo esas frases, párrafos enteros, que no quería olvidar de un libro leído, y este sitio ha heredado también esa intención) No quiero que se me olvide esa puntualización que uno de los despedidos solicita a Jim que incorpore a su carta de recomendación, por si pudiera servir de aviso para navegantes, dice el párrafo: «Le dio la carta de recomendación que había redactado, y llamó a Ellie para que la rectificara, cuando Beckford pidió que se hiciera constar que él nunca fue un empleado de los de “nueve a cinco”, sino que se quedaba a trabajar hasta tarde cuando era necesario sin que se lo pidieran. “Por favor, ponga también que no bebo ni fumo, dijo aquel muchacho pálido mirando a Jim con unos ojos azul intenso». Al muchacho, por lo que se ve, de nada le valió esa actitud servil porque la patada en el culo la recibió como cualquiera de los que sí eran de los de “nueve a cinco” , como cualquiera que se fumara su canuto en los servicios. Un muchacho, claro, que desconocía que a la guadaña de las empresas no la detienen esas entregas espontáneas. No nos extraña, entonces, que luego se suicidara ante el galardón recibido por tanto afán.

Y la segunda cosa que en la novela sí me ha hecho volver a reflexionar, es el terrible dilema moral o vital que se nos plantearía si, de una vez por todas, se nos apareciera el famoso genio de la botella –o un extraterrestre- al que le pudiéramos pedir tres deseos… y no es fácil. No, no se engañe, para la mayoría de ustedes tampoco sería sencillo. A lo mejor, así, de pronto, sí se nos ocurren, pero, con el tiempo, cuando no hubiera marcha atrás, creo que nos los replantearíamos, dudaríamos de si no habríamos equivocado los deseos, bueno estas cosas. Piénselo y lleve la reflexión hasta sus últimas consecuencias, es más divertido que una sopa de letras.

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