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LO QUE DECIMOS EN FRAGMENTOS DE LIBROS DE:   LA GAZNÁPIRA          

            Muy de cuando en cuando, la elección de un libro para leer en la biblioteca de mi barrio la dejo en manos de un albur inducido, y me traigo a casa algún texto de entre los que la contingencia del momento ha puesto ante mis ojos. No es un azar puro porque creo saber lo que no quiero y porque lo que escojo está entre libros, sí, desconocidos por mí, pero con los que he sintonizado mejor, vaya usted a saber porqué, con su reclamo. La gaznápira fue uno de estos. Es lógico que estos libros comience a leerlos con aprensión y mirada oblicua y son muchos de ellos los que vuelven a las estanterías de la biblioteca casi tan enteros como salieron. Pero La gaznápira comienza así: “De cólico de espinacas no ha muerto ningún Papa, como decía aquel; pero yo no quiero probar ninguna de esas pamplinas que me traen: ni acelgas, ni tronchos, ni judías verdes, ni cristo que lo fundó. Ya que esto se acaba sin remisión, ¡rediós!, lo que me apetece es una buena tajada de lomo. ¡Forrajes a mis años!... Inmediatamente quedé atrapado por su lenguaje, sumergido en ese mundo que nosotros arrasamos casi completamente en aquella estulta huída de pollos sin cabeza que emprendimos en España a partir de los setenta del siglo pasado; una huída que debía que haber consistido en una retirada más racional, organizada, coherente… para permitir que subsistiera hoy en nosotros lo mucho de bueno y de autentico que también había entre la miseria secular, la relativa ignorancia, el aislamiento histórico y la dureza extrema, de aquel nuestro mundo rural español y que ha quedado, lamentablemente, sepultado sin remisión por la colada pragmática e insatisfactoria de la “modernidad a toda costa”.

La gaznápira, para nosotros, fue un gozoso descubrimiento que nos deparó en su lectura momentos de intenso placer, y, como -ya lo sabe usted- en estos apuntes que realizamos en fragmentos de libros sobre los libros, nos limitamos a decir de ellos cosas más personales y con mirada diferente de lo que sería una crítica al uso –no somos, ni sabemos ni queremos ser, críticos-; y dado que este libro es demasiado desconocido para todos y querríamos ensalzarlo; como excepción vamos a incluir aquí algunas de las opiniones que sobre él aparecen en la solapa de esta edición de Moguer -1984- y que son extractos de las críticas que algunos medios escribieron en su día sobre este libro:

 Del País: «Es una novela espléndida, rica, densa, perfectamente construida y, sobre todo, un ejemplo asombroso de respeto a un lenguaje popular y de recreación de un mundo en trance de agonía. Un texto de insólita hermosura». Cambio 16: «La Gaznápira es una fiesta de palabras bordadas por una trama emocionante y un estilo magistral». ABC: «Nos encontramos ante uno de los textos más ricos estilísticamente de los últimos años. Es asombrosa y, además, un condensado de la historia social, política y económica de España.»  Diario 16: «¿Por qué esta novela prende de la manera como lo hace? Es mucho más importante de lo que a simple vista parece.»

 Se nos ha hecho un mundo intentar extraer los fragmentos más relevantes o inteligentes o poéticos de La gaznápira. Poco tiene el libro que no lo sea, más o menos. Así que hemos tomado, por esta vez, una decisión salomónica. El libro se compone de siete relatorias (*) y en cada una de ellas hay un salto en el tiempo, desde 1949 hasta 1981. Como nos parece que lo merece, vamos a referenciar La gaznápira en las tres secciones principales de nuestra página. Así que vamos a incluir su comienzo, su final –que sí revela un pequeño enigma pendiente desde la primera relatoria-, y, como fragmentos, le vamos a ofrecer el comienzo de cada relatoria y un episodio que nos parece chisposo y significativo.

 Ayer domingo, entre los fastos de la celebración del título de la Liga española de fútbol del Atlético de Madrid, se emitió en el programa de la Sexta, «Salvados», una entrevista concedida por José Mújica, -actual presidente de la República Oriental del Uruguay- al periodista Jordi Évole. Y, siguiéndola, sentimos una envidia grande por los uruguayos por poder contar, como presidente de su país, con un filósofo lúcido y valiente y desapegado para con él mismo y para con los bienes materiales hasta extremos que rozan la epopeya. ¡Qué diferencia con la caterva de los politicastros nuestros! En algún lugar deberíamos profundizar algo más sobre esta cuestión, pero lo traigo aquí para que no se nos olvide y porque mucho de lo que nos dijo y nos demostró Pepe Mújica en la entrevista, tenía un aroma de pureza olvidada que también parece desprenderse de los personajes de La gaznápira; él mismo, Mújica, bien podía representar al tío Jotero. Es difícil de explicar. Se hace difícil porque corremos el riesgo de ser malinterpretados, de pensar que defendemos aquel mundo rural sórdido, abandonado, extremadamente duro y cruel tal y como era. Y no. Pero sí hay algo en la entrevista y en La gaznápira que nos hace sospechar de nuestros valores actuales y que, en el camino, hemos perdido algo indeterminado. Puede ser la conciencia natural. Puede ser la medida justa de nuestras ambiciones. Puede ser el trato más humano o un sentido más profundo del amor propio, de las convicciones o de la solidaridad. No lo sabemos. Pero cuando vemos que los personajes que se mueven por La gaznápira son, sí, analfabetos, desmedidos, crueles… pero, también, que viven, sienten, ponderan, valoran, se afectan y se enemistan sin desnaturalizarse; y son directos, cercanos, solidarios, coherentes, pertinaces; y que sus deseos y ambiciones son acordes, reales, asequibles, satisfactorias; se tiene entonces la sensación de que, quizás, lo que realmente sobraba en aquel mundo era la puta miseria, la ignorancia, el abandono, el caciquismo, el abuso, el desprecio y, quizás, no tanto de todo lo demás y algo de ello deberíamos haber protegido de la riada que se ha llevado a todos los moncheles, aunque solo fuera una placita, aquella tienda de ultramarinos, la morera centenaria, las casas con balconada. Bueno, finalmente, esa entrevista con Pepe Mújica nos dejó un hilo de esperanza para pensar que, en verdad, otro mundo mejor es posible y que seguramente contará con algunos de los valores que hallan en La gaznápira. A ver si es verdad y cunde el ejemplo.

(*) Relatoria.- Este término, sin tilde en el diptongo, no tiene entrada en el DRAE ni en diccionario del uso del español de María Moliner; pero es así como designa el autor, Andrés Berlanga, a lo que son los capítulos del libro, y que, pensamos, le da un matiz diferente. El hecho de que los encabezados de los capítulos estén escritos en mayúsculas nos lleva a dudar si, como hasta hace poco era uso corriente, carece de la tilde por ese motivo; aunque tampoco con ella encontramos acepciones que definan una relatoría como sustitutivo de capítulo. Pero basta hacer una simple búsqueda en la red y ya la propia wikipedia define relatoría (con tilde) como:

La relatoría reseña bibliográfica es un portador de textoque se define como el producto escrito de la apropiación temática que hace un individuo tras la lectura minuciosa y comprensiva de uno o más textos dados. A diferencia del resumen,la relatoría, requiere del análisisy la organización de la informaciónsubstraída de los textos con el fin de proyectar la lectura mediante las nuevas temáticas y las nuevas ideasque van surgiendo a partir del mismo proceso de lectura

Le estaríamos muy agradecidos si usted nos pudiera aportar con su comentario alguna luz a este respecto. Gracias.

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