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Fragmentos de libros. TRES ROSAS AMARILLAS de Raymond Carver  Cuento I:

Nuestra portada:
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VOZ DE LA FOTO. No ha sido fácil conseguir esta imagen de tres rosas amarillas. Cierto que podría haber acudido ex profeso a algún lugar donde abundaran y traérnosla de vuelta. Pero no, y no sé decir porqué buscaba que las tres rosas se me enseñorearan naturalmente en mi camino; filias de uno. Y ha sido una demora muy larga hasta lograr, en un paseo del confinamiento, descubrir un rosal de flores amarillas coloreando un velado y pequeño jardín. Pero eran rosas muy efímeras. De las cinco o siete flores abiertas y dispuestas en abanico ya había algunas muy marchitas. Solo en la parte alta del rosal un mismo tallo se abría en tres para sostener unos capullos, tres pequeños y preciosos botones amarillos. ¡Ajá! Éstas iban a ser mis rosas. Si había suerte. Esperé y atisbé su crecimiento con impaciencia. Día tras día. La más grande ensanchó pronto y me inquieté porque pudiera morir antes de ver abiertas las otras dos. Su amarillo era maravilloso, muy digno de este cuento. Una mañana, yendo hacia otro menester, decidí sin embargo dar un rodeo para contemplar "mis" rosas, quizás ya... Y siiiií. Y aquí han venido. Algo más. Hacia ese otro menester que digo solo portaba mi móvil baratejo como medio para captar esta fotografía. Y la hice, claro. "Luego, esta tarde, mañana me acerco con la cámara y...-me dije-". A Dios gracias tenemos esta imagen porque al acudir en la tarde, ya no existía. La rosa más grande estaba deshojada y sus pétalos esparcidos por la tierra. Supongo que se desmoronó cuando intentaron  arrancarla. Las dos más pequeñas sí estaban cortadas, quizás para adorno en un jarrón o bien ofrendadas como símbolo de un amor del que deseo no sea tan efímero como estas tres rosas amarillas.
Tres efímeras rosas amarillas coloreando un velado y pequeño jardín. (Madrid Sur   © LCJ 2020)
 
  
 faviconfl ... algo decimos de este cuento   

Cuentos casi perfectos.

 

Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Ale­xei Suvorin. Suvorin, editor y magnate de la prensa, era un reaccionario, un self-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en co­mún: sangre campesina en las venas. Pero tanto política como temperamentalmente se hallaban en las antípodas. Suvorin, sin embargo, era uno de los escasos íntimos de Chejov, y Chejov gustaba de su compañía...

...

          Continuar cuento    (Continuar con el Cuento de "Tres rosas amarillas" )  

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