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Fragmentos de libros.  LA LLAMADA DE LO SALVAJE de Jack London  Final II:

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Spoiler evidente. 

… A partir de aquel momento, Buck no dejó a su presa ni de día ni de noche, ni le dio un momento de descanso, ni le permitió ramonear las hojas de los árboles ni los brotes de los saucesy de los abedules pequeños. Y tampoco le dio al macho herido la oportunidad de saciar su ardiente sed en los riachuelos que cruzaban. A veces, desesperado, se echaba a correr durante un buen trecho. Entonces, Buck lo dejaba correr pero seguía tan tranquilo muy de cerca, satisfecho del modo en que se desarrollaba el juego, tumbándose cuando el alce se detenía y atacándolo ferozmente cuando intentaba comer o beber.

deviantartCOMAquella gran cabeza se iba derrumbando bajo su árbol de cuerna y su paso arrastrado se debilitaba poco a poco. Cada vez se quedaba más rato parado, con el hocico en el suelo y las orejas gachas, caídas; y Buck tenía cada vez más tiempo para beber o para descansar. En esas ocasiones, cuando jadeaba con la roja lengua fuera y tenía los ojos fijos en el alce, le parecía a Buck que se iba a producir un cambio en el aspecto de las cosas. Le parecía percibir en la tierra un estremecimiento. Lo mismo que llegaron los alces llegaban también otros tipos de vida. El bosque y el agua y el aire parecían palpitar con su presencia. Hasta él llevaba la noticia que no le venían ni por la vista, ni por el oído, ni por el olfato, sino por otro sentido más sutil. No veía nada ni oía nada, pero sabía que la tierra en cierto modo distinta; y decidió que investigaría el asunto en cuanto hubiera concluido la tarea que traía entre manos. 

Por fin al atardecer del cuarto día, consiguió derribar al gan alce; todo el día y toda una noche se quedó junto a su presa, comiendo y durmiendo sucesivamente. Luego, cuando se encontró descansado, fresco y fuerte, se dio media vuelta rumbo al campamento y a John Thornton. Emprendió un trote largo y cómodo y caminó horas y horas sin desorientarse por aquel laberinto de senderos, avanzando en línea recta hacia el campamento por una región desconocida, con una seguridad en el rumbo que dejaría en ridículo a cualquier hombre con un brújula.

AfficheFilm2Según se acercaba, percibía con mayor claridad el estremecimiento nuevo de la tierra. Se había difundido una vida que era distinta de la que allí había habido durante el verano y de esto se percataba ya y no de un mundo sutil y misterioso. Los pájaros hablaban de ello, las ardillas lo cuchicheaban, hasta la brisa lo murmuraba. Varias veces se detuvo y aspiró el fresco aire matutino a grandes bocanadas, leyendo un mensaje que le hacía avanzar a grandes saltos. Le oprimía la sensación de que iba a suceder una calamidad, o incluso de que ya se había producido, y cuando cruzó el último torrente y bajó por el valle hacia el campamento, avanzó con mucha precaución.

A tres millas del campamento se encontró con huellas frescas que le pusieron los pelos de punta. Se dirigían directamente haica el campamento y hacia John Thornton. Buck apresuró el paso, corriendo sigilosamente, con todos sus nervios tensos y alertas, atento a los múltiples detalles que le reveleban lo sucedido: todo excepto su desenlace. Su olfato le proporcionaba una variada descripción de la vida en pos de la cual corría él. Advirtió el silencio del bosque preñado de emociones. Los pájaros habían volado. Las ardillas estaban escondidas. Solo pudo ver una: un ejemplar gris y lustroso que se aplastaba contra una rama seca y gris, como si fuera parte de la misma, como una protuberancia leñosa de la madera misma.

 SantamClassicCuando Buck se deslizaba furtivo como una sombra, de repente volvió el hocico hacia un lado, como si una fuerza material lo hubiera agarrado y tirado de él. Siguió aquel nuevo olor hasta unos matorrales y encontró a Nig. Estaba echado de costado y había llegado arrastrándose para morir allí, con una flecha que le atravesaba el cuerpo de parte a parte..

A cien yardas de allí Buck se topó con uno de los perros de tiro que había comprado Thornton en Dawson. El perro se debatía en los últimos estertores de la muerte, en medio de la pista, y Buck pasó ante él sin detenerse. Del campamento llegaba el débil sonido de muchas voces que se elevaban y se apagaban en un canto monótono. Al salir al claro del bosque se encontró a Hans, tendido boca abajo y emplumado con flechas como si fuera un puerco espín. En aquel mismo momento Buckmiró hacia donde había estado la choza de ramas y lo que vio hizo que se le erizaran los pelos de la melena y del lomo. Le invadió una sensación de rabio infinita. No se dio cuenta de que rugía, pero lanzó un rugido terriblemente feroz. Fue la última ve en su vida que permitió que la pasión usurpara el puesto de la astucia y de la razón, y ello porque su gran amor por John Thornton le hizo perder la cabeza.

AtaqueDeLoboLos yeehats bailaban alrededor de los restos de la choza de pinos, cuando de repente oyeron un rugido espantoso y vieron que se les venía encima un animal como nunca había visto otro. Era Buck, huracán vivo de furia, que se abalanzaba sobre ellos en un frenesí se destrucción. Se lanzó sobre el primer hombre que encontró (que era el jefe de los yeehats) y le desgarró la garganta hasta que de la yugular seccionada brotó un chorro de sangre. No se entretuvo mordiendo más a aquella víctima, sino que procedió de otra dentellada a destrozar el cuello de otro indio. No había quien lo frenar. Se revolvía por entre ellos, mordiendo, cortando, destruyendo, en un movimiento continuo y espantoso que desafiaba las flechas que le disparaban. Y realmente se movía tan increíblemente deprisa, y lo indios estaban un grupo tan compacto, que se hirieron unos a otros con sus propias flechas; y uno de los jóvenes cazadores tiró a Buckuna lanza que se clavó en el pecho de otro cazador con tal ímpetu, que se lo a través y la punto le salió por la piel de la espalda. Entonces, el pánico hizo presa en los yeehats y huyeron espantadas al bosque gritando por el camino que había llegado el Espíritu del Mal.

Viñeta yeeatsViñeta del comic Call of the Wild, por Bill Baker en https://bookpalace.com/

 

Y en verdad era Buck la encarnación de un demonio que los perseguía furioso y los derribaba como si fueran gamos mientras corrían por entre los árboles. Fue un día aciago para los yeehats. Quedaron desperdigados por toda la región y hasta una semana más tarde no lograron los supervivientes reunirse en un valle más bajo y hacer recuento de las víctimas. En cuanto a Buck, regresó al desolado campamento cuando se cansó de perseguirlos. Allí encontró a Pete muerto entre las mantas en el primer momento de sorpresa. La desesperada lucha que había mantenido Thornton estaba reciñen escirta en la tierra y Buck fue husmeando todos sus detalles hasta el borde de una profunda charca. A orillas de la misma, con la cabeza y las patas delanteras en el agua, se hallaba Skeet, leal hasta el final. La charca, fangosa y turbia por las improvisadas represas, escondía eficazmente su contenido, epro allí estaba John Thornton, porque Buck le siguió la pista hasta el gua, de donde no volvía a salir ninguna huella.

 MeditandoTristementeBuck se pasó el día meditando tristemente junto a la charca o vagando inquieto por el campamento. La muerte como una suspensión del movimiento, como desaparición de la ida en los seres vivos, la conocía; yh sabía también que John Thornton estaba muerto. Esto le producía un gran vacío, como si tuviera hambre; pero era un vacía que no dejaba de doler y que la comida no lograba saciar. A veces, cuando se detenía a contemplar los cadáveres de los yeehts, se olvidaba de su solor, y entonces se sentía muy orgulloso de sí mismo, con un orgullo mayor que el que hasta entonces jamás había sentido. Había matado al hombre, la presa más noble de las que existían y lo había matado bajo la ley del garrote y el colmillo. Olisqueaba los cadáveres con curiosidad. ¡Habían muerto con tanta facilidad! Era más difícil matar a un perro esquimal que a un hombre. No tenían nada que hacer, si no fuera por las flechas, las lanzas y los garrotes. De ahora en adelante no los volvería a temer, excepto cuando llevaran en la mano flechas, lanzas y garrotes.

MeditandoTristemente2Llegó la noche y una luna llena surgió entre los árboles y se elevó en el cielo iluminando la tierra, a la que bañaba con una luz fantasmagórica. Y al llegar la noche, Buck, que meditaba tristemente junto a la charca, se percató de que en el bosque se removía un vida nueva, distinta a la que habían traído los yeehats. Se puso en pie y escuchó y olfateo. De muy lejos llegaba un débil y agudo gañido, al que seguían otros semejantes. Poco a poco los aullidos se hicieron más fuertes y cercanos, Y de nuevo Buck los reconoció como algo que ya había oído en aquel otro mundo que persistía en su memoria. Avanzó hasta el centro del claro y se quedó allí escuchando. Era la llamada, la llamada de muchas notas, que resonaba más sugestiva e imperiosamente que nunca. Y entonces más que nunca estaba dispuesto a obedecer. John Thornton estaba muerto. Se había roto el último lazo. Los hombres y sus exigencias ya no lo tenían sujeto.

A la caza de sus presas, como hacían los yeehats, siguiendo la pista de los alces migratorios, la manada de lobos había llegado al fin desde la región de los bosques y torrentes e invadido el valle de Buck. Bajaron como una riada de plata hasta el claro LuchaDeLobosdonde brillaba la luna; y allí en medio estaba Buck, inmóvil como una estatua, aguardando su llegada. Se quedaron sobrecogidos por lo grande y quieto que les pareció, y hubo un momento de silencio hasta que el más atrevido saltó hacia él. Como un rayo Buck le devolvió el golpe y le rompió el cuello. Luego volvió a quedarse completamente inmóvil, como antes, mientras el lobo herido se retorcía agonizante ante sus ojos. Otros tres volvieron a repetir la prueba en rápido sucesión y uno tras otro tuvieron que retirarse desangrándose por las heridas de cuello y lomo.

Bastó aquello para que toda la manada se adelantase en tropel, apiñados, estorbándose atropelladamente en sus intentos de abatir su presa. La maravillosa rapidez y agilidad de Buck lo fueron muy útiles. Giraba sobre sus patas traseras y daba mordiscos y dentelladas sin cesar, multiplicándose, presentando un frente al parecer inquebrantable por lo rápido que giraba y se volvía de un lado a otro. Pero para evitar que lo atacaran por detrás no tuvo más remedio que retroceder hasta más allá de la charca, por el lecho del arroyo, hasta abocar en un gran terraplén de piedras. Fue reculando hasta un ángulo que el terraplén hacía y que los hombres habían ido excavando en sus exploraciones mineras y desde el ángulo les presentó batalla: estaba protegido por tres lados y solo tenía que defender el frente.

ReadGarrikHagonY tan bien lo hizo que al cabo de media hora se retiraban desconcertados. Todos tenían la lengua fuera y jadeaban, y sus colmillos blancos relucían cruelmente a la luz de la luna. Algunos estaban tendidos en el suelo, con la cabeza erguida y las orejas tensas hacia adelante; otros se mantenían en pie y lo observaban; y otros lamían el agua de la charca. Uno de los lobos, largo flaco y gris, se adelantó on cautela, de manera amistosa, y Buck reconoció en él al hermano salvaje con el que había correteado durante todo y día y uno noche. Gañía muy bajito y, cuando Buck le contestó con un gañido, juntaron sus hocicos.

Luego un lobo viejo, flaco y lleno de cicatrices, se adelantó. Buck torció el hocico, como si fuera a gruñir, pero acabó por juntar el hocico con el suyo. Después de lo cual el viejo lobo se sentó, levantó el hocico hacia la luna y emitió un largo aullido delobo. Los demás se sentaron y aullaron. Y entonces Buck oyó la llamada con inconfundibles acentos. También él se sentó y aulló. Al acabar de hacerlo, salió del ángulo y la manada de lobos lo rodeó, olisqueándolo de una manera entre amistosa y salvaje. Los jefes lanzaron el ladrido del grupo y se internaron por el bosque. Los demás lobos los siguieron, ladrando a coro. Y Buck se fue con ellos, corriendo a la vera de su hermano salvaje, y ladrando mientras corría.

BookOjoAzulAquí podría concluir la historia de Buck. No habían pasado muchos años cuando los yeehats percibieron un cambio en la raza de los lobos grises, vieron algunos que tenían una mancha parda en la frente y en el morro y un mechón de pelo blanco en medio del pecho. Pero lo más notable es que los yeehats cuentan que hay un Perro Fantasma que corre al frente de la manada. Tienen miedo de este Perro Fantasma, porque es más listo que ellos y entra a robar en sus campamentos en los más crudo del invierno, se burla de sus trampas, mata a sus perros y desafía a sus más bravos cazadores. 

¡Digo! Y aún cuentan cosas peores. Hay cazadores que nunca regresan al campamento y cazadores ha habido a quienes sus compañeros de tribu han encontrado con la garganta cruelmente destrozada y con huellas de lobo alrededor que son mas grandes que las huellas de cualquier lobo. Cada otoño, cuando los yeehats siguen los movimientos de los alces, hay un valle por el que nunca se adentran. Y hay mujeres que se ponen tristes cuando alrededor del fuego se cuenta el relato de cómo el Espíritu del Mal escogió aquel valle como morada.

McMillanReadersSin embargo, todos los veranos llega hasta aquel valle un visitante que los yeehats no conocen. Es un lobo grande, de magnífico pelaje, semejante y al mismo tiempo distinto de los demás lobos. Cruza en solitario desde la región de los risueños y baja hasta un claro que hay entre los árboles. Allí corre un arroyuelo amarillo que surge de entre unos podridos talegos de piel de alce y desaparece en la tierra; por el agua crecen las altas hierbas y los líquenes lo cubren todo y esconden su color amarillo del sol; allí se queda rondando un rato y antes de marcharse emite un solo aullido, prolongado y lastimero.

Pero no siempre está solo. Cuando llegan las largas noches de invierno y los lobos siguen a sus presas en los valles más bajos, se lo puede ver corriendo a la cabeza de la manada bajo la pálida luz de la luna o el leve resplandor de la aurora boreal, destacando con saltos de gigante sobre sus compañeros, con la garganta henchida cuando entona el canto salvaje del mundo primitivo, el canto de la manada.

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