La plegaria suprema.

                                                                     Una oración para que no existas.

BinLaden-Brzezinski

Imagen: Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional de EEUU con Carter (1977-1981) Inspeccionando armas con Osama Bin Laden, el amigo germen y excusa.

 

¡Rezad, hombres blancos, rezad! 

Rezad, para que la muerte

no sea algo más…

que una noche eterna.

 

¡Orad, hombres blancos, orad!

Por el libro en el fuego y en el fuego la siembra, 

por los niños inertes con la cara en la arena.

Por los hogares quebrados y la madres enfermas,

por el hombre abatido y la yegua muerta.

Por el futuro, la paz y la vida yacentes

en el fango de vuestras arcas llenas.

 

Por la chispa apagada de sueños y risas,

por el triste silencio en bazares,

escuelas, fábricas, olivos y azoteas.

Por vuestra sementera en la Tierra

de la enfermedad y el escombro,

del terror, del odio, del exilio y la guerra.

 

Rezad mucho, orad alto, pedid fuerte,

hombres blancos;

para que se produzca el milagro,

y que vuestro Dios Justiciero,

al oír la plegaria suprema,  

no quisiera existir y finalmente…

No existiera.

 

          Luis Caamaño Jiménez para NHU. Especial Guerra y refugiados.

Veinticinco años sin ti ya.

                 In memoriam

           NiñaTina

 

Veinticinco años sin ti ya,

en el vacío dolido de tu ausencia.

Veinticinco años, que te fuiste,

a cantarle tu sueño a las estrellas.

 

Sintiendo cerca tu aliento dulce,

tu vuelo largo, tu mano blanca,

y tu risa abierta,

veinticinco años delatada tu presencia,

en el brillo dorado y pardo de los niños

que les nacieron a los niños de tu esencia.

 

Te siento siempre, en el aire,

en el pan, en la luna y en el agua;

viva y alerta en mi conciencia,

en cada pulso de mi sangre que me dice:

- No, no está muerta.

 

Veinticinco años sin ti ya,

en el vacío dolido de tu ausencia.

Veinticinco años, que te fuiste,

a cantarle tu sueño a las estrellas.

 

Dios te bendiga, F.

Para que tu vuelo, la luz de tu memoria,

nos levante en las caídas,

nos infunda la alegría en los días de tristeza

nos lave las heridas,

nos espante el desaliento y

transforme el dolor de la derrota, en fuerza.

 

Dios te bendiga, F.

Mi fiel cómplice que fuiste, que eres

en ese juego incierto que disputo

en el clamor nocturno que resuena en las fronteras.

 

 

La ciudad cercada.

MadridSigloXX  

                        Mirada hacia el norte de Madrid desde mi ventana (Torre de San José (Vallecas))

Un límite de ocres helados en la ciudad.

 Un horizonte difuminado por el sueño, las lágrimas frías o la resaca.

 O el desinterés, o el olvido o quizás, simplemente, la iteración...

La diosa Rutina con su vestido sin vuelo de color sólido.

 La mañana abre sus párpados al trasluz de la niebla dormida.

La tierra dura, la pendiente suave, las ventanas, los portales, las sombras que se cruzan, muy cerradas.

Calles innecesariamente anchas,

innecesariamente rectas,

sin moscas, sin perros, sin canciones, sin olores, sin levedad en los sueños.

 Caminar exhalando un vaho gris y denso que en la niebla es tan solo un  

                                                                                              instante de fusión.

Con el pensamiento indeciso como el vuelo de una mariposa.

Obligando a los pies dormidos a hacer lo que no quieren.

Las manos inermes en los bolsillos en donde un libro de hadas se ha manchado otra vez con la crema de una caracola.

            Al encuentro.

 Ver venir a los trenes.

 Trenes mudos y rojos con discretos destinos que en otro tiempo no lo fueron tanto, sino vivaces, vagas promesas de otro futuro que

 nunca fue...

  Ávila, Tablada, El Escorial...

Evocadores, horadando una mañana más.

Otra mañana lejos de un mar soñado.