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Fragmentos de libros. LA MUERTE DE UN VIAJANTE de Arthur Miller  Comienzo II: 

Acceso/Volver al COMIENZO I de este libro: Arriba FraLib
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 ... Tras la cocina, a unos dos metros de altura, está la habitación de los chicos, aunque en este momento apenas podemos verla. En ella se adivinan dos camas y una claraboya al fondo. Esta habitación esta justo encima del salón, el cual no vemos. A la izquierda hay una escalera curva que procede de la cocina. 

Toda la escenografía es por completo (o al menos en gran medida) una mera sugerencia. Por encima y por debajo del tejado vemos perfectamente los edificios que rodean la casa. Delante de la misma, el proscenio se adentra en el patio de butacas mediante un saliente curvo. Esta zona delantera servirá como patio trasero de la casa, así como para el desarrollo de las ensoñaciones de WILLY y las escenas que transcurren en la ciudad. Cuando la acción pertenece al presente, los actores respetan las «paredes» imaginarias, para lo cual deberán los entrar en la casa a través de la puerta que hay a la izquierda. Pero en las escenas del pasado no se respetan tales divisiones y los actores se trasladan desde las habitaciones al proscenio o viceversa «cruzando» las paredes.

LaCasaLomanEntra por la derecha WILLY LOMAN, el viajante, con dos pesadas maletas. Sigue sonando la flauta, que sin duda él escucha aunque sin ser del todo consciente de ello. Ha cumplido ya los sesenta y viste de manera sencilla. Solo con verlo cruzar el escenario hasta la entrada de la casa ya nos percatamos de su agotamiento. Abre la cerradura con su llave, entra en la cocina y, aliviado, deja las maletas en el suelo, para a continuación mirarse las manos, doloridas y enrojecidas por el peso. Se le escapa alguna expresión lastimera que no oímos del todo pero que podría ser «madre mía, madre mía». Cierra la puerta y vuelve a coger las maletas para ir a soltarlas en el salón. Durante los segundos que permanece ahí nos es imposible verlo debido a la cortina que separa la estancia de la cocina. Mientras, a la derecha, LINDA, su esposa, se ha incorporado de la cama en la que se encontraba hasta ahora. Al escuchar el ruido, se levanta y se pone la bata. A menudo jovial, ha desarrollado una férrea represión frente a todas las reservas que posee respecto al comportamiento de WILLY –puesto que más que amarlo lo admira, como si sus veleidades, su mal genio, sus sueños descomunales y la crueldad cotidiana que le caracterizan meramente le recordara, no sin cierta inquietud, esos deseos turbulentos que ella comparte pero que no se atreve a verbalizar o tratar de llevar a cabo.

    

LINDA (con cierto nerviosismo llama a WILLY, que oye que está a punto de entrar en la habitación). ¡Willy!

WILLY (entrando). Sí soy yo. Acabo de llegar.

WILLY. Nada, nada.

WILLY (fingiendo cierto enfado). Pero, ¿es que no me has oído? Te he dicho que no ha pasado nada.

WILLY. Estoy muerto de cansancio. (La música de flauta ha terminado por desvanecerse. Se sienta en la cama junto a LINDA, como obnubilado.) No he podido. No he podido, Linda.

LINDA (con mucho tacto y delicadeza).   ¿Dónde has estado todo el día? Tienes muy mal aspecto.

YonkersWILLY. He ido hasta un poco más allá de Yonkers. Me paré a tomar un café. Quizás ha sido el café.

LINDA. Pero ¿qué ha pasado?

WILLY (tras una pausa). De pronto no era capaz de conducir. El coche se me iba hacia la cuneta todo el tiempo.

 LINDA (tratando de quitarle importancia). Ah. A lo mejor ha sido otra vez la dirección. Me parece de Angelo no conoce bien los Studebaker.

WILLY. No, soy yo, yo. Cuando me quiero dar cuenta, estoy conduciendo a casi cien por hora y no recuerdo nada de los últimos cinco minutos. Es como si no pudiera concentrarme, no sé.

LINDA . A lo mejor son las gafas. Aún no has ido a recoger las nuevas.

WILLY. No, veo perfectamente. He vuelto a menos de veinte por hora. Claro, he tardado casi cuatro horas desde Yonkers.

LINDA (resignada). Bueno, pues entonces, no vas a tener más remedio que tomarte un descanso, Willy. No puedes continuar así.

WILLY. Acabo de volver de Florida.

LINDA . Pero no has descansado la mente. La tienes siempre a cien y eso no puede ser, porque la mente es lo que cuenta, cariño.

WILLY. Lo intentaré de nuevo mañana por la mañana. Seguro que me encuentro mejor. (LINDA le quita los zapatos.) Estas malditas plantillas ortopédicas me están matando.

WilYLindaLINDA . Tómate una aspirina. ¿Te la traigo? Te aliviará.

WILLY (sorprendido y fascinado). Es que yo iba conduciendo, ¿sabes? Y estaba bien. Incluso me estaba recreando en el paisaje. ¿Qué te parece? Toda la vida en la carretera, día tras día, como si no lo hubiera visto veces. Pero es que está todo tan bonito por ahí, Linda, con los árboles tan frondosos y el sol ya calentando. Abrí el parabrisas para que me diera el aire; hacía muy buena temperatura. Cuando me doy cuenta, me estoy saliendo de la carretera. Te lo juro, ¡se me olvidó que estaba conduciendo! Menos mal que no me fui hacia el carril contario. Podía haber matado a alguien. Pero bueno, sigo conduciendo y cinco minutos después estoy otra vez soñando. Casi… (Con los dedos se tapa los ojos) Es que me vienen unos pensamientos, no sé, pensamientos muy extraños.

LINDA . Willy, vida mía, habla con ellos otra vez. No entiendo por qué no puedes trabajar aquí en Nueva York.

WILLY. Porque aquí no les sirvo para nada. Mi sitio está en Nueva Inglaterra. Allí soy indispensable.

LINDA . Pero tienes sesenta años. No esperarán que estés viajando toda tu vida.

WILLY. Voy a  tener que mandar un telegrama a Portland. Tenía que ver a Brown y Morrison a las diez de la mañana. Iba a enseñarles el nuevo muestrario. ¡Maldita sea, seguro que habría hecho buenas ventas! (Empieza a ponerse la chaqueta)

DeathOfWILLY. Si el viejo Wagner viviera, yo sería el que llevaría Nueva York. Ese hombre era un príncipe, el mejor que ha habido. Pero su hijo, el tal Howard ese, no valora nada. Cuando fui por primera vez al Norte, la empresa Wagner no sabía ni donde estaba Nueva Inglaterra.

LINDA . Pero es que tienes que decirle esas cosas a Howard, cariño.

WILLY (motivado). Pues mira por dónde lo pienso hacer. Sí, señora. ¿Queda algo de queso?

LINDA . Enseguida te preparo un bocadillo.

WILLY. No, acuéstate. Voy a por un vaso de leche. Enseguida subo. ¿Han llegado los chicos?

LINDA . Ya están acostados. Esta noche Happy se llevó a Biff por ahí; creo que iba a presentarle a una chica.

WILLY (interesado). ¿Ah sí?

LINDA. He disfrutado tanto viéndoles afeitarse juntos, uno delante y el otro detrás, en el cuarto de baño. Y verlos salir juntos. ¿No te has dado cuenta de que toda la casa huele a loción de afeitar?

WILLY. Parece increíble. Toda la vida trabajando para pagar una casa y cuando ya es tuya, no hay nadie que quiera vivir en ella.

LINDA . Así es la vida, amor mío. Todo va quedando atrás. Todo cambia.

SalesmasnWILLY. No, no, hay gente... hay gente que consigue cosas. ¿Qué te dijo Biff cuando me marché esta mañana?

LINDA . No deberías haberle dicho nada, Willy. Acababa de bajarse del tren. Trata de no enfadarte con él.

WILLY. ¿Cuándo demonios me he enfadado con él? Lo único que le pregunté es si estaba ganando algo de dinero. ¿Es que es malo preguntarle eso?

LINDA . Pero, vida mía, ¿cómo va a ganar nada?

WILLY (preocupado e irritado a la vez). Hay algo raro en él. Como una especie de tristeza. ¿Pidió perdón esta mañana después de marcharme?

LINDA. Estaba muy abatido, Willy. Ya sabes que te adora. Yo creo que cuando consiga encontrar lo que busca, dejaréis de pelearos y todo será perfecto.

WILLY. ¿Y cómo va a encontrar lo que busca en una granja? ¿Es eso una manera de ganarse la vida? Al principio pensé que, bueno, siendo joven, igual le venía bien recorre un poco de mundo, trabajar en cosas diferentes. Pero lleva más de diez años así sin ser capaz de ganar más de treinta y cinco dólares a la semana.

LINDA. Se está buscando a sí mismo, Willy.

WILLY. Con treinta y cuatro años que tiene va siendo hora de haberse encontrado.

LINDA. ¡Shhhh!

...

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Pasarela Escorzo177 Los fragmentos

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