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Fragmentos de libros. LO QUE SÉ DE LOS VAMPIROS de Francisco Casavella COMIENZO II:

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    ... El rey es Federico de Prusia. El oficial, uno de tantos. La batalla, Leuthen. «¿Te crees que vas a vivir eternamente, soperro?» El joven oficial sabe inútil cualquier respuesta; domina el miedo, acepta la vergüenza y se lanza contra las filas austriacas para jugar los albures del plomo y del acero. El regimiento sigue con ímpetu y alarido al cobarde FedericoIItransfigurado, y los jinetes pasan ante Federico con estrépito de ventisca. Cuando ya sólo le rodea su guardia y a lo lejos retumba el primer choque, Federico observa los cien caminos de huellas que se unen y deslindan hasta una trémula visión de caballos volcados, humo y súbitas erupciones de escarcha rojiza. No hay imprevistos esta vez; todo fluye según la estrategia. Y la nieve huele mucho a sangre. Y la sangre huele a esturión. A esturión podrido. O a estiércol. O a savia de pino tronchado. O a la espuma enjabonada que, cuando era niño, flotaba en la bañera con curvas de cisne.

     No hay duda: los fervores de la guerra alteran el olfato. Su médico tendrá que verle. Hará llamar a su médico…

    

2

      Para asimilar la grandeza de esa gloriosa jornada del 5 de diciembre del año del Señor de 1757 es necesario retroceder unas horas.

    En las afueras de Leuthen, una pequeña ciudad al oeste de Breslau, está acampado y espera órdenes el ejército austriaco. Si la información que los espías han facilitado a los generales de Maria Teresa es concisa y fiable, y lo es, el ejército imperial supera al prusiano en número, armas y vitualla. En cuando reciban la orden, los austriacos emplearán la estrategia de los accesorios para Leuthengolpear una vez y otra la intendencia del adversario hasta destruir o agorar sus recursos. Pero aún no ha amanecido cuando Federico desborda las posiciones austriacas.

   Como suele decir el monarca: «Si se gana algo siendo honrado, seremos honrados. Si es necesario engañar, engañaremos».

   Y se engaña, porque la estratagema de Leuthen rompe los tácitos acuerdos del antiguo decoro militar. Tras una carga de caballería por el flanco derecho («Te crees que vas a vivir eternamente, soperro?»), las huestes de Federico se sirven de la niebla para golpear el flanco izquierdo de los austriacos mediante orden de combate oblicuo. De acuerdo con esta táctica, la infantería avanza escalonada en una suerte de trampantojo; así el enemigo ve lejos la tormenta cuando la tiene encima. Con una velocidad para reagruparse que esa mañana se volverá legendaria, los prusianos ya están matando austriacos cuando éstos aún se hallan en tiras y aflojas con las cantineras. 

    Battle leuthen shift

Las tropas de Federico rodean las colinas para atacar el flanco austriaco. 
 

      Porque el lento sistema militar de Austria es calcado a su protocolo imperial, formaciones inacabables, lenta administración de convoyes de abastecimiento, minuciosa distribución de las órdenes de mando… Debido al malicioso ataque por sorpresa, los austriacos no han hecho más que tropezar unos con otros y las consecuencias han sido el caos, el exterminio y la desbandada. Esa misma noche, sobre el campo de romerías de Leuthen yacen diez mil hombres del ejército imperial. Once mil son apresados. Las tropas de Federico toman como botín ciento dieciséis cañones y cincuenta y cinco banderas. A la mañana siguiente, por el camino de Breslau marcha en columna el idóneo ejército con los estandartes del águila coronado sobre miles de casacas de un azul intenso que quizá se llame “prusia” desde entonces. El ritmo de tambores y canciones rompe el silencio del bosque. Los árboles desnudos se elevan en las orillas como blancas alabardas de horno al paso de la victoria. El mismo Federico encabeza es prodigio, la espalda vibrante, el caballo a trote corto.

    Solo un lobo de orejas tiesas se agazapa entre la hojarasca; se aterroriza ante el inusitado desfile, surgido de la nada y que a la nada se encamina, mientras perturba su mundo con cadencia unánime y macabra.

    

3

     Tras la serie de derrotas que hace unos meses auguraban el desastre, han llegado para Prusia las victorias de Rossbach, sobre los franceses, y la infligida a los austriacos en Leuthen, La contienda ha dado un vuelco y Federico se alza ahora como el rival más vigoroso en las guerras que unos llamarán de Hanóver y otros de los Siete Años. Prusia es un reino joven, fuerte, y ya no tan madame de pompadourpequeño, eso satisface a sus aliados pero con una cautela que susurra Se battre pour le roi de Prusse, o dicho de otro modo, combatir para nada. Pero si valoramos que, en el bando contrario, Madame de Pompadour emplea lunares postizaos para señalar a sus generales la situación de las tropas, no ha de sorprender que entre los prusianos y sus aliados cunda la euforia. 

     En mayo de 1758, presente aún la hazaña de Leuthen, está en su cenit el orgullo de los regimientos acantonados junto a las murallas de Neisse, Silesia, la frontera entre Prusia y el imperio austriaco. En esa guarnición, los soldados prusianos van y vienen bajo la mirada de sargentos que manejan duramente los bastones. La mayoría de los reclutas son prisioneros del ejérito enemigo; almas perdidas, en verdad, de todos los reinos de Europa, a quienes ahora congrega una nueva y exigente disciplina.

     Los sargentos caminan entre la formación dando voces rituales que saben de efecto seguro entre la chisma. Enumeran las instrucciones: un segundo para el paso coro y el paso ordinario, los cuales se han de ejecutar mediante dos pasos redoblados; el paso oblicuo se harán en un segundo justo, pero dejando diez pulgadas de un talón a otro. Y llega el bastonazo. ¿Por qué? Porque no se ha ejecutado el paso regular con la frente y la cabeza altas, el cuerpo derecho, el equilibrio sobre una sola pierna, la otra hacia delante, la corva tensa, la punta del pie un tanto hacia afuera. Pero sin exagerar. Bastonazo. Sin exagerar, he dicho. Bastonazo.

    Así, junto al Neisse, en ese minucioso apurar el tiempo, esperan nuevas campañas reclutas y soldados, ajenos a las vicisitudes estratégicas que concurrieron en Leuthen o en otro combate cualquiera, ajenos a todo lo que no sea el mismo perdurar. 

      Pero ¿en qué ocupan los oficiales esa temporada de guarnición?

    EscudoPrusiaEn esos meses de gloria, los oficiales prusianos veneran las nuevas teorías matemáticas. Emulando el amor de Federico por la filosofía natural y admirados por la presencia de insignes matemáticos en la palacio de Sans-Souci, los militares quisieran iluminar sus decisiones tácticas con la luz de la razón. La probabilidad, o como ellos dicen encantados, der Zuverlässigkeit, es una de las teorías sobre la que más cavilan. Los hallazgos de Pascal y de Pierre de Fermat no solo responden a las conjeturas sobre la existencia de Dios, sino que también son atriles para el juego de dados y para los envites sobre las muchachas del lugar, ya sean damas, criadas o campesinas, en una probabilidad de acierto ascendente. Esos cálculos se emplean, además, para estudiar las alternativas de un supuesto bélico.

    El asunto que se discute en el pabellón de oficiales no es el sencillo cálculo de la aparición de un seis el lanzar un dado, o varios. Tampoco se debate ya, en los ocasos cada vez más largos y suaves, sobre el número de bajas seguras en un ataque frontal y sin fuego propio. Esos prolegómenos quedan lejos, la mezquina desesperación enterrada. Por la novedad de la sorpresa, el aumento de velocidad en la tropa y la obediencia inmediata a la voz de mando, ahora se especula cobre la importancia real de la caballería, o sobre la dotación artillera en movimiento, Pese a que el mismo enemigo ha mostado la importancia que cobra en combate la desdicha inducida por la pereza, esos oficiales se empeñan en discutir con tinta y alcohol el alcance de una maniobra liberada de cualquier accidente humano.

      Aquella tarde de mayo de 1758, las cabezas de los oficiales se agolpan en torno a una mesa de campaña. El que está sentado y oficia de escribiente y centro de la reunión, sostiene un papel con el siguiente acertijo:

    

     El general prusiano Von Oven dispone de dos regimientos para un ataque contra el austriaco general Nolde, que mando solo uno. Ambos quieren conquistar la posición del otro sin perder la propia. Al inicio de cada jornada, los dos seleccionan un número de compañías y mandan atacar la posición del enemigo. Si los defensores de una posición son inferiores en número a los atacantes, la posición es capturada. En los demás casos se llega a un punto muerto. La situación no ha de variar en el plazo de unos días, salvo que uno de los jefes consiga una victoria. Todo lo que no sea un victoria total no sirve para nada: las compañías se retiran a su posición y abandonan hasta la jornada siguiente cualquier punto ganado. Si se cuentan las derrotas como pérdida de una bandera, las victorias como ganancia de una bandera, y no hay recompensa ni pérdida en los puntos muertos, ¿cuáles serían las estrategias óptimas para los dos generales?

UnificacionAlemana

Hacia la Unificación de Alemania tras las Guerra contra Austria. 

    Ante semejante supuesto, en las caras se petrifica el gesto del calculador, alguien se aleja discretamente del grupo y, simulando mudas y brillantes deducciones, se entrega cuando nadie mira al eins und eins zusammenzählen, o cuenta de la vieja. Los oficiales prusianos no aventuran suposiciones para no parecer ridículos. Así que beben, operan y se dirigen unos a otros miradas de elocuente recelo. El grupo se siente inútil ante el busto terracota de su rey. Al fin, uno de ellos se limpia con el antebrazo la espuma de los labios y pronuncia la frase que todos esperan:

       - ¡Esto se resuelve en campo abierto! ¡Formemos las compañías!

    

4

      Antes de mostrar las compañías formadas, veamos la escena anterior desde otro sesgo…

...

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Los fragmentos:PtaPubSalamanca177 

 

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