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     OPINAMOS DE "LA CARTUJA DE PARMA"  (Stendhal)          

LaGacetaDiParma

Un animal de la literatura este Stendhal.

    En el prólogo de esta edición de la novela se dice que escribió La Cartuja de Parma en 52 días. Bestial. Luego, tengo que frotarme los ojos cuando también leo que, ¡claro!, como Stendhal tenía el lema de “ningún día sin escribir”  (eso sí, a pluma, y como la escribió en el otoño de 1838, pues también alumbrado por mucha lamparilla y poca luz diurna, y de ordenador, ni hablemos, oiga), y que como la novela ya la tenía en la cabeza, pues… ¡fue más fácil! Habrá que creerlo, aunque me parece algo al alcance de muy pocos humanos. Así que, ante la duda, conjeturemos. Son casi 700 páginas repletas de personajes que hay que cuadrar. Y dado lo que cuenta y tal y como lo cuenta, siendo fehaciente el plazo que nos aseguran las crónicas, podríamos sospechar en la utilización de "negros" que trabajasen para Stendhal. Pero no. No parece factible. Es tal el vértigo de situaciones, personajes, acontecimientos históricos, caracteres distintos, situaciones sociales, y todo como un río que fluye impetuoso y sin remansos, no es posible que mentes diferentes puedan haber creado esta novela separadamente para “montarla” después como un mecano. Además de que, estoy seguro, alguno de esos hipotéticos “negros” habría remoloneado o enfermado y no hubiese conseguido completar su parte en solo 52 días. Finalmente, La Cartuja de Parma tiene de todo, envidias, pasión, asesinatos, historia, cárceles, bajezas, guerra, belleza, deseo, poetas, robos y amor, mucho amor –hasta una desfloración narrada elegantemente en unas sucintas líneas (sí, no tema, la incluimos en nuestros fragmentos, aunque es tan poco explícita que casi hay que adivinarla)-.

 

 

    Va para doscientos años que esta novela se escribió y aquí estamos, hablando de ella. Un clásico celebrado, estudiado hasta las costuras y enaltecido por generaciones de lectores. (Existe hasta una “raza” –con perdón- que los pies de página de esta edición denomina “stendhalianos”) Así que, no me pida usted que la ensalce aquí con mi gramática parda. Con lo que Vizcincey dice de ella en Verdad y mentiras en la literatura (obra que ya recogemos en fragmentos de libros –leer-), bastará para reconocer sus excelencias. Decir que a nosotros nos ha gustado bastante y más por lo que tiene de reflejo de una época y por cómo Stendhal ha sabido plasmar y mostrarnos, en La Cartuja de Parma, esas verdades del ser humano, inherentes a nuestra condición social y humana, que denominamos "eternas" y que, finalmente, hay poco nuevo bajo el sol en este siglo XXI.

  

    Pero por poner alguna china, para nosotros, La Cartuja de Parma también tiene “sus cositas” un poco “cogidas por los pelos”; porque se encuentra uno, de cuando en cuando, con situaciones o acciones algo inverosímiles –es novela, claro, y, por tanto, lícitas, no seré yo quien haga de esto un mundo que la emborrone-, y algunos personajes un poco, no sé, demasiado buenos o demasiado malos, por decirlo a la pata la llana y sí es verdad que ante estas cosas, uno dice -Humm… ¡No debe ser lo importante…!

Y ahora, algo sobre los fragmentos que hemos transcrito.

El capítulo XXVIII es el último del libro pero, como escribe Stendhalen los escasos fragmentos que hemos incorporado de ese capítulo, “quedaban muchas cosas por explicar”; y, de hecho, son tantas, que en este último capítulo los acontecimientos importantes se suceden a velocidad aún mayor, si cabe, que en el resto de la novela. Avanza tan veloz, que no hemos sido capaces de continuar extrayendo fragmentos que no constituyeran una sucesión torrencial de hechos que desenlazan nudos anteriores; pero que también plantean otros nuevos, situaciones no previstas, cambios continuos de escenarios y sorpresas un poco a contrapelo. Demasiado, para nuestro gusto, como para pertenecer a un último capítulo.

 

       Así que, un poco desbordados, nos hemos detenido para plantearnos si en ese punto y de lo que nos quedaba, no sería mejor incorporar el final del libro en su sección correspondiente.

  Pero esta nota no se apunta solo para decir solo lo anterior, sino algo más importante. Aquellos de ustedes que conozcan bien La Cartuja de Parma, habrán echado en falta sin duda, alguna referencia de los capítulos III, IV y V, que es donde Frabricio, ¿participa? en la batalla de Waterloo. Son capítulos importantes éstos de La Cartuja de Parma por algunas razones que a nosotros nos parece que debemos mencionar. Es una duda recurrente del protagonista a lo largo de la novela, el saber a ciencia cierta si él puede decir que ha llegado a "vivir" la batalla de Waterloo o no, y si es que sí, tener la seguridad de que realmente ha participado activamente en ella. La verdad es que lo que se narra en estos capítulos omitidos aquí sobre la batalla es muy peculiar. Se trata de escaramuzas, cambios de posición de los generales, humo, galopes, confusión, cantinas móviles de la retaguardia y, sobre todo, la desbandada, como pollos sin cabeza, de la Grand Armée. Y es ahí, en ese ambiente confuso y disperso, en donde Stendhal coloca a Fabricio, al principio de la novela, para su experiencia en la batalla; bajo una mirada personal. Según hemos podido leer -y es otra de las razones por las que mencionamos estos capítulos- es que, parece ser, que el propio Tolstoi llegó a reconocer que él había aprendido a narrar batallas gracias a esta descripción tan original, sin poner los ejércitos frente a frente, con la que Stendhal describe en La Cartuja de Parma la batalla de Waterloo. Y, resaltada la importancia que en la novela tienen estos capítulos, nos toca decir porqué nos los hemos saltado...

 

     Nosotros, hay cosas que hacemos medianamente bien, otras regular y otras horriblemente. Entre estas últimas, está el saber encontrar en la Web un documento que contenga la misma edición y traducción del libro que queremos referenciar, y así poder “tostar” los fragmentos que vamos a incorporar a nuestra página. Somos una nulidad para esto. Claro, nos justifica el hecho de que no estamos muy duchos en esos menesteres porque somos poco amigos de “bajarnos” material, y no lo hacemos. Llámenos tontos pero también éticos, pero le aseguramos que al día de hoy, todavía, nunca, nunca, nos hemos “bajado” ni una sola película de Internet, por ejemplo –es ojeriza a ver una película en el ordenador, lo que tenemos-; aunque sí documentos de libros, aunque solo para incorporar los fragmentos aquí, considerando esta acción como un trueque de trabajo por trabajo. Claro, como somos tan negados, pues nos toca, aproximadamente el 30% de las veces, “picarnos” a mano los textos. Es un trabajo considerable pero es lo que hay; y como amamos a nuestra página, pues lo asumimos con alegría. ¡Yuju!

    Y eso es lo que nos ha pasado con La Cartuja de Parma, con esta edición y esta traducción de Francisco Javier Calzada.

   Pero no hemos escatimado esfuerzos y hemos transcrito catorce páginas de fragmentos y, seguramente, nos “picaremos” el final para traerlo también a nuestra página. Pero como queriamos incorporar bastante de lo que nos ha gustado de esos capítulos que estamos comentando, hemos tenido una idea; algo que creo ya lo hemos hecho con algún otro libro –si recuerdo bien, en Las aventuras de Huckelberry Finn-, y es la de que, en vez de picar mucho, incorporar los capítulos III, IV completos y el comienzo del V (al final de nuestros fragmentos). Los traemos en una traducción distinta que hemos encontrado en la página de la Biblioteca digital del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay; y así, si usted tiene el tiempo y el interés necesario, podrá degustar y evaluar cuánto puedan tener de bueno esos capítulos tan ensalzados donde Stendhal describe a su modo la batalla de Waterloo. A disfrutar.

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                 fragmentos:            el final:

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