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Fragmentos de libros. MEMORIAS DE ADRIANO de Marguerite Yourcenar  Comienzo I:

Nuestra portada:
CisternasTemplo
TEXTO DE PORTADA:  Yerebatan Sarayı. Agua oscura en el tiempo detenido; líneas elegantes de las columnas, arcos y capiteles, especuladas en el estanque escondido, varado. Silencio en equilibrio inestable, rumor ¿oído?, ¿susurrado?, ¿solo intuido? Ecos latentes. Es Bizancio perdurado y subterráneo. Reminiscencias y vestigios grecorromanos que permanecen vivos aunque les pongan nuevos nombres, nombres difíciles, extraños y posiblemente extranjeros.
  Cisternas. Estambul   © LCJ

Editorial: Salvat  salvat.com

Animula vagula, blandula,

Hospes comesque corporis,

Quae nunc abibis in loca

Pallidula, rigida, nudula,

Nec, ut solis, dabis iocos...

P.  AELIUS HADRIANUS, Imp.

ANIMULA
VAGULA
BLANDULA

     Querido Marco:

He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendía sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y ponto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil Memoires d Hadrienguardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes solo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz… Amo mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios. Pero ya no cuento, como Hermógenes finge contar, con las virtudes maravillosas de las plantas y el dopaje exacto de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente. Este hombre, tan sutil sin embargo, abundó en vagas fórmulas de aliento, demasiado triviales para engañar a nadie. Sabe muy bien cuánto detesto esta clase de impostura, pero no en vano ha ejercido la medicina durante más de treinta años. Perdono a este buen servidor su esfuerzo por disimularme la muerte. Hermógenes es sabio, y tiene también la sabiduría de la prudencia; su probidad excede con mucho a la de un vulgar médico de palacio. Tendré la suerte de ser el mejor atendido de los enfermos. Pero nada puede exceder de los límites prescritos; mis piernas hinchadas ya no me sostienen durante las largas ceremonias romanas, me sofoco; y tengo sesenta años...

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