CucharaSaturada

LO QUE DECIMOS EN FRAGMENTOS DE LIBROS SOBRE   LA NARANJA MECÁNICA

           

           Le presentamos en fragmentos de libros el último capítulo de la archiconocida La naranja mecánica. No es gratuito que hayamos elegido incluirlo en la sección de finales de libros y que lo transcribamos completo. Si usted conoce esta obra por la mítica película de Kubrick, tiene ante usted una auténtica primicia.

            Está edición de Millenium contiene dos prólogos. El primero, escrito por Ramón Buenaventura, nos cuenta, además de otras cosas, la terrible experiencia por la que tuvo que pasar el muy singular autor de esta novela, Anthony Burgess, al diagnosticarsele erróneamente un cáncer a los 42 años. A partir de ese momento y mientras esperaba la manifestación final de la enfermedad, se dedicó a escribir, escribir y escribir y, entre las obras que salieron de su cacumen aquellos años subsiguientes, apareció en 1962, A Clockwork Orange.

            El segundo prólogo –una introducción- está escrito por el propio Anthony Burgess veinticuatro años después de la publicación de libro y quince del estreno de la versión cinematográfica de Kubrick, que fue la que le catapultó a la fama e imprimió el sello de clásico del siglo XX a su libro –y no solo por mor de la notoriedad alcanzada, sino por las propias virtudes de la obra (originalidad, valentía, actualidad temática, sorpresa, amenidad, calidad literaria…)-. En esta introducción, el autor, nos revela que la película es una historia incompleta, desvirtuada. Burgess construyó su novela sobre tres partes con siete capítulos cada una -21 capítulos, número que según él, cuadraba con el sentido que había querido imprimir en su obra-. Pero su editor norteamericano no lo consideró de la misma manera y mutiló el libro despojándole de este último capítulo que es el que nosotros traemos aquí. La adaptación de Kubrick se basó en esa edición norteamericana para construir su película y de ahí que los finales no sean coincidentes. Y el último capítulo cambia por completo el sentido y la intención de la obra. En este prólogo, entonces, Burgess analiza todo esto y explica el porqué este último capítulo es primordial para lo que quiso transmitirnos. Lo acaba de la siguiente manera:

«Los lectores del capítulo veintiuno deben decidir por sí mismos si mejora el libro que presumiblemente conocen o realmente se trata de un miembro prescindible. Mi intención era que el libro concluyese de esta manera, pero tal vez mi juicio estético no era correcto. Los escritores raras veces son sus mejores críticos, y tampoco son críticos. «Quod scripsi scripsi» dijo Poncio Pilatos cuando hizo a Jesucristo rey de los judíos. «Lo que he escrito, escrito está.» Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo. Con lo que el doctor Jonson llamaba fría indiferencia expondré lo escrito al juicio de ese 0,00000001 de la población norteamericana al que lo importan estas cuestiones. Coman esta porción dulce o escúpanla. Son libres.»

Parece increíble –supongo que superado por la magnitud del éxito de la película del director norteamericano- que un creador llegue a poder dudar –o, al menos, eso parece- que lo que le guió para realizar su obra y el mensaje cierto que quiso transmitir pudiera “no ser correcto”.

¿Y qué opina usted? Bueno, pues para que usted mismo realice su propio juicio de valor y ya que el propio autor pone la cuestión sobre el tapete, pues aquí le presentamos este último capítulo, el desechado, -ojo, no por Kubrick, sino por el editor (aunque sospecho que el director SÍ conocía las ediciones inglesas de La naranja mecánica que incluían el texto completo y, sin embargo, se decantó por la norteamericana).

Bueno, como nos gusta hacer, también queriamos ofrecerle nuestra propia manera de acercarnos hasta esta obra, lo que nos sedujo, sensaciones y vivencias alrededor de La naranja mecánica, pero, desde luego, como estarían mucho más vinculadas a las peripecias del film mismo y las de su estreno en España –increíbles, rocambolescas, características de una época-, pues lo vamos a dejar aquí.

¡Ah!, otra cosa. Incluímos también en este final del libro, un cuadro con el vocabulario NADSAT-Castellano de las palabras que aparecen en este capítulo 21 famoso.

Que le sea útil.

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