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Fragmentos de libros. RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE de James Joyce Final II

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    ... Después voy al colegio. Otra disputa con Ghezzi, el de la cabeza redonda y los ojos de pícaro. Esta vez acerca de Giordano Bruno. Comienza en italiano y acaba en un inglés giordano brunochinesco. Me dice que Bruno era un hereje terrible. Le contesto que me le quemaron terriblemente. Conviene en esto, aunque a desgana. Después me da la receta de lo que llama risotto alla bergamasca. Al pronunciar una o suave avanza sus labios carnosos como si fuera a besar la vocal. ¿Habrá quizás?… ¿Y se habrá podido arrepentir? Sí, habrá podido. Y aun llorar dos lágrimas redondas y picarescas, una con cada ojo.

    Al cruzar Stephen's Green, es decir, el mío, me acuerdo de que han sido sus compatriotas y no los míos los que han inventado lo que Cranly llamaba la otra noche nuestra religión. Cuatro de ellos, soldados del 97 de línea, estaban allí sentados al pie de la cruz, jugándose a los dados el sobretodo del Cristo.

   Voy a la Biblioteca. Trato de leer tres revistas. Inútil. Ella no sale a la calle todavía. ¿Estoy intranquilo? ¿De qué? De que no vuelva a salir jamás. 

    Blake ha escrito:

Me pregunto si William Bond se muere
porque seguramente está muy malo.

    Ay, pobre William!

WEGladstoneEstaba yo una vez en un diorama en Rotunda. Al final presentaron retratos de celebridades en boga. Entre ellas el de William Ewart Gladstone, que acababa de morir. Y la orquesta va y se me pone a tocar: Oh, Willie, te hemos echado de menos.

¡Raza de destripaterrones!

 _ 

... Marzo, 30.a Cranly, estaba esta tarde en los soportales de la Biblioteca proponiendo un problema a Dixon y al hermano de ella. Una madre deja caer su hijo al Nilo. ¡Y dale con la madre! Un cocodrilo se apodera de él. La madre implora que se lo devuelva. El cocodrilo dice que perfectamente con tal de que ella adivine lo que va a hacer con el niño: si co­mérselo o no comérselo.

  Tal mentalidad, diría Lépido, nace del barro humano por la acción del sol.
  ¿Y la mía? ¿No nace del mismo sitio? Entonces: ¡Al cieno del Nilo con ella!
 
    Abril, 1. Desapruebo esta última frase.

Abril 2. La he visto tomando té y comiendo pasteles en Johnston's, Mooncy y O'Brien's. Mejor: fue Lynch, el de los ojos de lince, el que la vio cuando pasábamos. Me dice que Cranly estaba invitado también por el hermano. ¿Habrá traído su cocodrilo? ¿Es su luz la que está en candelero ahora? Pues bien: yo he sido quien lo ha descubierto. Que conste que yo he sido quien lo ha hecho. Cuando él brillaba tranquila­mente detrás de un celemín de salvado de Wicklow.
 
findlaters ChurchAbril, 3. Encontré a Davin en la tienda de tabacos que está enfrente a la iglesia de Findlater. Llevaba un jersey negro y un bastón de hurley. Me preguntó si era verdad que me marchaba y por qué causa. Le dije que el camino más corto para Tara era vía Holyhead. En aquel mismo momento llegó mi padre. Presentación. Padre, correcto y observador. Pre­guntó a Davin si quería tomar un refresco. Davin no podía porque tenía que ir a una reunión. Después de separarnos de él, mi padre me dijo que la mirada de Davin respira sim­patía y honradez. Y a continuación que por qué no me hacía socio de un club de remo. Finjo que lo pensaré. Me cuenta cómo venció a Pennyfeather en una regata. Quiere que estu­die leyes. Dice que no encontraría cosa que me fuera mejor. Más cieno, más cocodrilos.

Abril, 5. Primavera salvaje. Huida de nubes veloces. ¡Oh, vida! Corriente sombría de aguas arremolinadas y fan­gosas sobre la cual los manzanos han abatido sus flores deli­cadas. Ojos de muchachas entre las hojas. Muchachas reca­tadas y retozonas. Todas rubias o pelirrojas: ninguna mo­rena. Se ruborizan mejor. ¡Hopla!

APortrait2Abril, 6. Seguramente que ella se acuerda del pasado. Lynch dice que todas las mujeres lo hacen. Se acordará, por tanto, de los años de su infancia y mía, si es que yo he sido niño alguna vez. El pasado se deshace en el presente y el presente no vive más que para dar origen al futuro. Si he de hacer caso de Lynch, toda estatua de mujer debería aparecer completamente cubierta por sus vestiduras, con una mano en melancólica exploración de sus partes posteriores.
 
Abril, 6, más tarde. Michael Robarles recuerda la be­lleza olvidada, y cuando sus brazos se ciñen en torno de ella, abraza entre ellos encantos ha largo tiempo desaparecidos del mundo. No es eso. De ninguna manera. Yo quiero estrechar entre mis brazos la belleza que todavía no ha venido al mundo.

Abril, 10. Débilmente, bajo el agobio de la noche, a través del silencio de la ciudad, tornada ya del ensueño al sueño como amante ahíto, insensible a las caricias, el son de las herraduras por el camino. No tan débilmente ya, ahora al acercarse al puente. Y un momento después, al pasar por debajo de las ensombrecidas ventanas, su flecha de alarma que hiende el silencio. Para sonar de nuevo, lejos, herraduras que brillan como gemas bajo el agobio de la noche, sones que se precipitan allá por los campos dormidos, ¿hacia qué meta remota?, ¿hacia qué corazón?, ¿para llevar qué nuevas?

SDedalusAbril, 11. Leo lo que escribí anoche. Palabras vagas para una vaga emoción. ¿Le gustaría a ella? Creo que sí. Si fuera así, también a mí me tendrían que gustar.

Abril, 13. Hace mucho tiempo que me anda dando vuel­tas por la cabeza aquello del envás. He buscado la palabra en el diccionario y he encontrado que es inglés, e inglés cas­tizo y de buena ley. ¡A la porra con el decano de estudios y su embudo! ¿A qué ha venido aquí, a enseñarnos su propio idioma o a aprenderlo de nosotros? Lo mismo en un caso que en otro: ¡a la porra con él! 

Abril, 6. John Alphonsus Mulrennan acaba de regresar del occidente de Irlanda. Se ruega la inserción en los periódicos de Europa y Asia. Cuenta que en su viaje se encontró con un hombre en una choza en medio de los montes. El viejo le habló en irlandés. Mulrennan contestó en irlandés. Después Mulrennan y el viejo hablaron en inglés. Mulrennan le habló del universo y de las estrellas. El viejo estaba sentado y no hacía más que escuchar, fumar y escupir. Por fin, dijo:

   — Sí que debe haber unos seres bien extraordinarios allá en el otro extremo del mundo.

   Le tengo miedo. Me dan miedo sus ojos córneos y orillados de encarnado. Con él es con quien tengo que luchar durante toda esta noche hasta que venga el día, hasta que quede muerto sobre el campo; agarrándole bien por el cuello nervudo, hasta que… ¿hasta qué? ¿Hasta que se me rinda? No. No tengo intención de hacer mal.

GraftonStreet1916Grafton Street, Dublín 1916, fecha de publicación de la novela.(www.flickr.com/)

Abril, 15. Me la he encontrado de pronto en Grafton Street. La multitud nos llevó el uno hacia el otro. Ambos nos detuvimos. Me ha preguntado que por qué no iba nunca. Que ha oído toda clase de cuentos acerca de mí. Todo esto sólo para ganar tiempo. Que si estoy escribiendo versos. ¿A quién?, le pregunto a mi vez. Esto la azora aún más, y siento haberlo a portrait Filmdicho y me califico de mala persona. Cierro la llave del grifo y abro el aparato refrigerante heroicoespiritual patentado en todos los países e inventado por Dante Alighieri. Hablo rápidamente acerca de mí mismo y de mis planes. Desgraciadamente, en medio de la conversación hago, de súbito, un gesto de carácter revolucionario. Debo haber parecido como un tipo en actitud de arrojar un puñado de guisantes al aire. La gente comienza a mirarnos. Un momento después me estrecha la mano y al echar a andar me dice que espera he de realizar lo que he dicho.

Bueno: creo que esto se puede calificar de afable, ¿no es verdad?

Sí, me ha gustado. ¿Mucho o poco? No sé. Me ha gustado, y el que me haya gustado resulta un sentimiento nuevo para mí. En ese caso, todo lo demás, todo lo que pensaba haber pensado, todo lo que sentía haber sentido, todo lo anterior, realmente… ¡Anda, déjalo, amigo! ¡Déjalo y que se te borre con el sueño! 

PartirPartir

        Abril, 16. ¡Partir! ¡Partir!

   Un hechizo de brazos y de voces. Brazos blancos de los caminos, promesa de estrechos abrazos, y brazos negros de los enormes buques que, levantados contra la luna, hablan de otros países apartados. Y están extendidos para decirme: Estamos solos, ¡ven! Y sus voces me llaman: Nosotros somos tus allegados. Y pueblan el aire y me llaman, a mí, a su semejante, ya prestos a partir, agitando las alas de su exultante y terrible juventud.

   Abril, 26. Madre está poniendo en orden mis nuevos trajes de segunda mano. Y reza, dice, para que sea capaz de aprender, al vivir mi propia vida y lejos de mi hogar y de mis amigos, lo que es el corazón, lo que puede sentir un corazón. Amén. Así sea. Bien llegada ¡oh vida! Salgo a buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza.

   Abril, 27. Antepasado mío, antiguo artífice, ampárame ahora y siempre con tu ayuda.

   Dublín, 1904.

   Trieste, 1914.

 

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