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Fragmentos de libros. TRAINSPOTTING de Irvine Welsh Fragmentos II:

Acceso/Volver a los FRAGMENTOS I de este libro: MuroBenidormTrains177
Continúa...     (Se muestra alguna información de las imágenes al sobreponer el ratón sobre ellas)

(Algunas de las imágenes que incorporamos para acompañar al texto son fotogramas de Trainspotting, película británica de 1996 basada en esta novela y de T2: Trainspotting su secuela, ambas dirigidas por Danny Boyle.)

... «¡Mira, un Sick Boy y un Rent Boy con el monazo!», se rió, más volado que una puta cometa. A menudo esnifaba algo de coca con su pico o mezclaba un preparado de speed-ball a base de jaco y cocaína. Pensaba que le mantenía en alto, y le impedía quedarse tirado mirando las paredes todo el día. Cuando te sientes así, un capullo con el colocón es un puto peñazo enorme, porque está demasiado ocupado disfrutando de su cuelgue para notar, o que le importe una mierda, tu sufrimiento. Mientras que el privoso del pub quiere que todo dios vaya tan pasao como él, al verdadero yonqui (a diferencia del picota ocasional, que quiere un cómplice) le importa una mierda cualquier otra persona…

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23 

ChooseLife… Tacho amorosamente todos los artículos de mi lista. Va a ser una semana dura.

Mi cuarto está en pelota y sin alfombrar. Hay un colchón en medio del suelo con un saco de dormir encima, un fogón eléctrico y una tele en blanco y negro sobre una pequeña silla de madera. Tengo tres cubos de plástico marrón, medio llenos con una mezcla de desinfectante y agua para mis mierdas, potas y pises. Alineo los botes de sopa, el zumo y las medicinas para tenerlas al alcance de la mano desde la improvisada cama. 

Me he dado el último chute para soportar los horrores del viaje de compras. Emplearé la remesa final para ayudarme a dormir, y desengancharme suavemente del jaco. Intentaré tomarla en dosis pequeñas y medidas. Me hace falta un poco ya. El gran bajón comienza a tomar posiciones. Empieza como de costumbre, con una ligera náusea en el fondo del estómago y un ataque de pánico irracional. En cuanto noto que se me apoderan las ganas de vomitar, se desplaza sin esfuerzo alguno de lo incómodo hasta lo insoportable. Un dolor de muelas empieza a extenderse desde los dientes hasta las mandíbulas y las cuencas de los ojos, y atraviesa mis huesos con un palpitar miserable, implacable y debilitante. Los viejos sudores acuden puntualmente, y no olvidemos los escalofríos, cubriéndome la espalda como una fina capa de escarcha otoñal sobre el techo de un coche. Es el momento de actuar. No hay manera alguna de caer redondo y dar la cara aún. Necesito un entrante suave para un bajón. Lo único para lo que me puedo mover es el caballo. Un pequeño pico para desmadejar estos torcidos miembros y quedarme dormido…

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28

Me trago algunas humillaciones soeces más durante lo que parece una eternidad. Las capeo sin inmutarme, eso sí. Nada amo (salvo el jaco), nada odio (salvo aquellas fuerzas que me impidan el conseguirlo) y nada temo (salvo no poder pillar). 

También sé que un cagao como Forrester jamás me haría pasar por toda esta pantomima si tuviera intención de dejarme tirado.

Trainspotting Cara2Me produce cierta satisfacción recordar por qué me odia. Mike estuvo hace tiempo cegado por una mujer que le aborrecía. Una mujer a la que yo a renglón seguido me tiré. No supuso gran cosa ni para mí ni para la mujer en cuestión, pero desde luego a Mike le jodió mogollón. Ahora bien, la mayoría de la gente lo pondría en la cuenta de la experiencia, siempre quieres lo que no puedes tener y las cosas que en realidad te importan un comino son las que se te presentan en bandeja. Así es la vida, así que ¿por qué iba a ser diferente el sexo de cualquier otra parte de ella? Yo he tenido y superado reveses semejantes en el pasado. Todo quisque lo ha hecho. El problema es que este mierda está empeñado en acumular resentimientos triviales, como la ardilla maligna y dentuda que es. Pero yo aún le quiero. Tengo que hacerlo. Es el chico con la mejor mano.

Mikey acaba aburriéndose de su juego de humillación. Para un sádico, debe de tener tanto interés como clavarle agujas a una muñeca de plástico. Me habría encantado haberle dado mejor juego, pero estoy demasiado follao para reaccionar al mellado ingenio de sus pullas. Así que finalmente dice: «¿Tienes la guita?»

Saco unos billetes arrugados de los bolsillos, y con enternecedor servilismo los aliso sobre la mesa del café. Con aire reverente y con toda la deferencia debida al estatus de Mikey como El Hombre, se los doy en mano. Noto por vez primera que la Guarra Gorda tiene una enorme flecha dibujada en la escayola con gruesos trazos de rotulador negro, apuntando hacia su entrepierna. Las letras que la acompañan dicen en grandes mayúsculas: INSERTAR POLLA AQUÍ. Mis intestinos dan otra rápida voltereta, y el impulso de quitarle la mandanga a Mikey con la máxima violencia e irme a tomar por culo de aquí es casi abrumador. Mikey se embolsa los billetes y, para mi asombro, me muestra dos cápsulas blancas. Eran cosillas duras y con forma de bomba con un acabado ceroso. Un poderoso furor, aparentemente procedente de ningún sitio, se apodera de mí. No, de ningún sitio no. Emociones fuertes de este tipo sólo puede generarlas el jaco o la posibilidad de su ausencia. «¿Qué cojones es esta mierda?».

«Opio. Supositorios de opio», dice Mikey cambiando de tono. Resulta cauteloso, casi exculpatorio. Mi exabrupto ha hecho añicos nuestra simbiosis chunga.

TrainAffiche3«¿Qué coño quieres que haga con esto?», digo sin pensar, y empezando a sonreír cuando caigo en la cuenta. Eso saca a Mikey del apuro.

«¿De veras quieres que te lo diga?», se mofa, recuperando algo del poder que acababa de ceder, mientras Saughton se ríe y la Guarra Gorda rebuzna. Puede ver que no me hace gracia, sin embargo, así que continúa: «No es un pico lo que necesitas, ¿verdad? Quieres algo lento, que te quite el dolor, que te ayude a desengancharte del jaco, ¿verdad? Pues éstas son perfectas. Diseñadas a medida de tus necesidades. Se derriten pasando a todo el sistema, el flash se acumula y después se desvanece lentamente. Ésas son las pirulas que emplean en los hospitales, joder.» 

«¿Entonces crees que valen la pena, tío?»

«Haz caso a la voz de la experiencia», sonríe, pero más hacia Saughton que hacia mí. La Guarra Gorda echa hacia atrás su cabeza grasienta, exhibiendo grandes dientes amarillos.

Así que hago lo recomendado. Hago caso a la voz de la experiencia. Me excuso, me retiro al retrete y me las inserto con gran diligencia por el culo. Era la primera vez que metía el dedo por mi propio agujero, y me asaltó una sensación vagamente nauseabunda. Me miro en el espejo del cuarto de baño. Pelo rojo, mate pero sudoroso, y un rostro pálido con un puñado de repugnantes granos. Hay dos bellezas en particular: en realidad, a éstas habría que clasificarlas como forúnculos. Uno en la mejilla y uno en la barbilla. La Guarra Gorda y yo haríamos una excelente pareja, y me recreo con una perversa visión de los dos en una góndola por los canales de Venecia.

Vuelvo escaleras abajo, todavía chungo pero con el colocón de haber pillado.

«Tarda un rato», hace notar toscamente Forrester, mientras hago mi entrada en el cuarto de estar…

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Jeringa Cartel[…] Sé que es ridículo tratar de convencerme de que la mandanga ya me está haciendo efecto, pero desde luego está teniendo lugar cierto efecto placebo. Algo que sí percibo es una gran fluidez en las entrañas. Parece como si me estuviera derritiendo por dentro. Llevo cinco o seis días sin cagar; parece ser que toca ahora. Me pedo e inmediatamente remato, sintiendo húmedos sedimentos en mis calzones junto a una aceleración del pulso. Piso los frenos a tope, apretando los músculos del esfínter todo lo que puedo. El daño está hecho, sin embargo, y va a ser mucho peor si no actúo inmediatamente. Me planteo volver a casa de Forrester, pero de momento no quiero tener nada más que ver con ese mamón. Me acuerdo de que la tienda de apuestas del centro comercial tiene un retrete al fondo. 

Entro en la tienda llena de humo y voy de cabeza al cagadero. Vaya una escena; dos tíos de pie junto a la puerta del retrete, simplemente meando hacia el interior, donde hay dos buenos centímetros de orina estancada y lechosa cubriendo el suelo. Es extraño, pero me recuerda las duchas de las piscinas a las que solía ir. Los dos tipos se sacuden las pollas en el pasillo y se las guardan en la bragueta con el mismo cuidado que uno pondría en meterse en el bolsillo un pañuelo sucio. Uno de ellos me mira con suspicacia y me cierra el paso al retrete.

«El cagadero está embozado, colega. No podrás cagar ahí.» Señala en dirección a la taza sin asiento, llena de agua marrón, papel higiénico y grumos de mierda flotante.

Yo le miro con gesto severo. «Tengo que entrar, colega.»

«¿No irás a meterte un chute ahí dentro, eh?»

ChBronson2Lo que faltaba. El Charles Bronson de Muirhouse. Sólo que este cabrón hace que Charles Bronson se parezca a Michael J. Fox. De hecho, se parece un poco a Elvis, a Elvis con su aspecto actual; un ex-Ted gordinflón en descomposición.

«Vete a la mierda.» Mi indignación ha debido de resultar convincente, porque, para mi asombro, el mendrugo se disculpa.

«No te ofendas, colega. Es sólo que algunos jóvenes capullos de esta urbanización han estado intentando convertir esto en su jodido chutódronto. Eso no nos va.»

«Jodidos cabrones espabilaos», añade su colega.

«Llevo un par de días chungo, tío. Me estoy volviendo mono con estas cagarrinas. Necesito cagar. Eso de ahí dentro tiene un aspecto asqueroso, pero o es eso o son mis jodidos gallumbos. No llevo mierda encima. Ya tengo bastantes problemas con la priva como para ocuparme de otras cosas.» 

El capullo hace un gesto comprensivo con la cabeza y me deja pasar. Siento cómo los orines me empapan las zapatillas al pasar la puerta. Me paro a reflexionar sobre lo ridículo que es decir que no llevaba mierda encima cuando mis gallumbos están rebosantes de ella. Por suerte, sin embargo, el pestillo de la puerta está intacto. Verdaderamente insólito, si se tiene en cuenta el atroz estado del cagadero. 

Me arranco los gallumbos y me siento sobre el frío y húmedo bordillo de porcelana. Vacío mis entrañas, sintiendo como si todo, excrementos, estómago, intestinos, páncreas, hígado, ríñones, corazón, pulmones y putos sesos estuviesen cayendo por el agujero del culo hasta la taza. Mientras cago, hay moscas aporreándome la cara, dándome escalofríos por todo el cuerpo. Intento agarrar una y, para sorpresa y regocijo míos, la siento zumbando en mi mano. Aprieto lo suficiente para inmovilizarla. Abro el puño y veo una enorme y asquerosa mosca verde, una hija Hiberniande puta grande y peluda, con aspecto de grosella. 

La espachurro contra la pared de enfrente, trazando una «H», después una «I» y después una «B» con el dedo índice, usando sus entrañas, tejidos y sangre como tinta. Empiezo con la «S» pero el suministro va escaseando. No hay problema. Tomo prestado de la «H», que tiene un grueso excedente, y completo la «S» [** Los «Hibs» (Hibernian F. C.) son uno de los equipos de fútbol (el de hinchada católica) de Edimburgo. (N. del T.)],  Me siento todo lo atrás que puedo sin resbalar y caer en el pozo de mierda que tengo debajo, y admiro mi obra de artesanía. La vil mosca verde, que me había causado gran angustia, se ha convertido en una obra de arte que me causa mucho placer contemplar. Pienso especulativamente en ella como metáfora positiva de otras cosas de mi vida, cuando el discernimiento de lo que acabo de hacer me envía una paralizante descarga de temor puro a través del cuerpo. Me quedo helado por un instante. Pero sólo un instante.

RentonRetrete2Me tiro de la taza, con las rodillas chapoteando en el suelo meado. Mis vaqueros caen hasta el suelo y absorben glotonamente la orina, pero yo apenas me doy cuenta. Me arremango y sólo vacilo brevemente, ojeando mis abscesos cicatrizados y en ocasiones no tan cicatrizados, antes de sumergir las manos y los antebrazos en el agua marrón. Rebusco fastidiosamente y recupero una de mis bombas enseguida. Frotando le quito algo de la mierda que lleva pegada. Un pelín derretida, pero mayormente intacta. La coloco encima de la cisterna. Localizar la otra supone varios largos rastreos a través del mogollón y el tamizar la mierda de un puñado de los buenos habitantes de Muirhouse y Pilton. Me da una arcada, pero consigo hacerme con mi pepita de oro blanco, sorprendentemente aún mejor conservada que la primera. La sensación del agua me repugna aún más que la mierda. Mi brazo manchado de marrón me recuerda el clásico moreno de camiseta. La línea divisoria llega más arriba del codo, pues he tenido que adentrarme en el desagüe. 

RentonRetretePese a la incomodidad que me produce la sensación del agua sobre mi piel, parece apropiado dejar el brazo bajo el chorro del agua fría de la pila. No es que sea, ni mucho menos, el lavado más intensivo o profundo que me he dado, pero es todo lo que puedo soportar. Acto seguido me limpio el culo con la parte limpia de mis calzones y arrojo los gallumbos saturados de mierda a la taza con el resto de los desperdicios...

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62

Dilemas yonquis n.° 64

«¡Mark! ¡Mark! ¡Contesta! ¡Sé que estás ahí, hijo! ¡Sé que estás ahí dentro!»

Es mi madre. Hace bastante que no he visto a mamá. Estoy aquí tumbado a sólo unos pasos de la puerta, que da a un estrecho pasillo que lleva a otra puerta. Tras esa puerta está ella.

«¡Mark! ¡Por favor, hijo, por favor! ¡Abre la puerta! ¡Soy tu madre, Mark! ¡Abre la puerta!»

Suena como si mamá estuviera llorando. Quiero a mi madre, la quiero demasiado, pero de una forma que me resulta difícil definir, de una forma que hace difícil, casi imposible, decírselo de verdad alguna vez. Pero con todo la quiero. Tanto que no quiero que tenga un hijo como yo. Ojalá pudiera encontrarle un sustituto. Me gustaría porque no creo que cambiar sea una de mis opciones.

RentonTiradoNo puedo ir hasta la puerta. Imposible. En vez de eso, decido prepararme otro chute. Mis centros neurálgicos dicen que ya es la hora.

Ya.

Cristo, la vida no se hace más fácil.

Este caballo tiene demasiada mierda. Se nota por la forma que tiene de no disolverse apropiadamente. ¡Me cago en ese cabrón de Seeker!...

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86

«… Odio a los cabrones de ese tipo. Cabrones como Begbie. Cabrones a los que les mola darle con un bate de béisbol a todo dios que sea distinto; pakis, maricones y así sucesivamente. Putos fracasados en un país de fracasados. De nada sirve echarles la culpa a los ingleses por habernos colonizado. Yo no odio a los ingleses. No son más que unos gilipollas. Estamos colonizados por gilipollas. Ni siquiera somos capaces de escoger una cultura decente, vibrante y saludable por la que hacernos colonizar. No. Estamos gobernados por unos gilipollas decadentes. ¿En qué nos convierte eso a nosotros? En lo más bajo de entre lo más bajo, la escoria de la tierra. La basura más desgraciada, servil, miserable y lamentable jamás salida del culo del Creador. Yo no odio a los ingleses. No hacen más que apañarse con la mierda que les ha tocado. Yo odio a los escoceses…

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TrainAffiche1… De todas formas, puse a Begbie de espaldas, exponiendo así su cola pringosa y embadurnada de tierra. El capullo había excavado subrepticiamente un agujero en el suave césped con ayuda de su navaja, y estaba follándose el prado. Yo estaba que me meaba y Begbie pasmado. El cabrón no era tan pesado en aquellos tiempos, antes de que empezase a creerse su propia propaganda y, todo hay que decirlo, la nuestra acerca de lo psicópata total que era.

«¡Franco, cacho guarro!», dijo Gary

Begbie se guarda la cola, se sube la cremallera, y entonces coge un manojo de lefa y tierra y se la frota por la cara a Gary.

Yo casi me muero mientras Gary se ponía fuera de sí; estaba de pie pateándole la suela de la zapatilla a Begbie. A continuación se marchó con el mosqueo a cuestas. Si uno lo piensa, ésta es más una historia de Begbie que una historia de Lizzy, aunque fuera su valiente esfuerzo contra la Morag Henderson la que la precipitara…

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[...] Asombrosamente, Tommy aún no ha mentado siquiera el jaco. Incluso con las herramientas por todas partes, y probablemente se da cuenta de que voy bastante puesto. Normalmente en tales circunstancias Tommy hace una mala imitación de mi vieja; estás matándote/déjalo/puedes vivir tu vida sin esa basura, y demás mierda.

Ahora dice: «¿Qué es lo que hace por ti, Mark?» Su voz tiene un tono auténticamente inquisitivo.

Me encojo de hombros. No quiero hablar de eso. Hay capullos con títulos y diplomas en el Royal Ed y la City a los que pagan por pasar por toda esta mierda de charla terapéutica conmigo. No ha valido una mierda. Sin embargo, Tommy es persistente. 

«Dímelo, Mark. Quiero saberlo.»

Pero entonces, cuando lo piensas, quizá un colega que ha estado a tu lado en los tiempos de vacas gordas y en tiempos de vacas flacas, por lo general flacas que te cagas, merece al menos un intento de explicación, si los consejeros/policía del pensamiento reciben una. Me lanzo a discursear. Me siento sorprendentemente bien, tranquilo y claro al hablar de ello.

Reflexion«De verdad que no lo sé, Tam, es que no lo sé. Es como si hiciera que las cosas fuesen más reales para mí. La vida es aburrida y fútil. Empezamos con grandes esperanzas y después nos acojonamos. Nos damos cuenta de que todos vamos a morir, sin encontrar realmente las grandes respuestas. Desarrollamos todas esas ideas de largo alcance que se limitan a interpretar la realidad de nuestras vidas de distintas maneras, sin extender nuestro cuerpo de conocimientos que realmente merecen la pena sobre las grandes cosas, las cosas reales. Básicamente, vivimos una vida corta y decepcionante; y a continuación morimos. Llenamos nuestras vidas de mierda, de cosas como carreras y relaciones para convencernos a nosotros mismos de que no carece todo de sentido. El caballo es una droga honesta, porque te arranca esas ilusiones. Con el caballo, cuando te sientes bien, te sientes inmortal. Cuando te sientes mal, intensifica la mierda que ya está ahí. Es la única droga realmente honesta. No altera tu estado de conciencia. Sólo te da un colocón y una sensación de bienestar. Tras eso, ves la miseria del mundo tal cual es, y no puedes anestesiarte contra ella.»

«Mierda», dice Tommy. Y después: «Pura mierda.» Probablemente tenga razón y todo. Si me lo hubiese preguntado la semana pasada, probablemente hubiese dicho algo completamente diferente. Si me pregunta mañana, de nuevo será algo distinto. En este momento del tiempo, sin embargo, me quedo con el concepto de que el caballo sirve cuando todo lo demás parece aburrido e irrelevante. 

Mi problema consiste en que siempre que percibo o hago realidad la posibilidad de obtener algo que creía que quería, sea una novia, un piso, un empleo, educación, dinero y así sucesivamente, simplemente me parece tan aburrido y estéril, que ya no lo puedo valorar. El caballo es diferente, sin embargo. No puedes volverle la espalda tan fácilmente. No te deja. Intentar controlar el problema del caballo es el desafío último. También da un gran puntazo…

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130

«…Dode es el hijo más joven de Na Na. 

Ella se casó primero con mi abuelo y tal, un cowboy aventurero de County Wexford. El viejo solía sentar a mi madre en su regazo y cantarle: canciones rebeldes irlandesas, digamos. Le crecía pelo por las narices y a ella le parecía antediluviano, como les pasa a los críos, y tal. El tipo podría andar como mucho por la treintena. De todas formas, ese tipo la cagó total, como que se cayó por la ventana del piso superior de una casa. Estaba follándose a otra mujer en aquel momento, no a Na Na, digamos… Nadie sabía en realidad si fue embriaguez, suicidio o, digamos…, bueno, las dos cosas. De todos modos, ése la dejó con tres críos, incluyendo a mi madre.

El siguiente hombre (desposado) de Na Na fue un tipo con voz cazallera que había trabajado poniendo andamios, sabes. El vejete sigue ejerciendo por Leith. Una vez en un pub el tipo me dijo que poner andamios estaba clasificado ahora como un oficio y tal. Rents, que era un chavalín en aquel entonces, le dijo que eso era un montón de mierda, que era un trabajo semiespecializado, y el tipo se cabreó, digamos. Algunas veces aún le veo por el Volley y tal. No es mal vejete. Duró un año con Na Na, pero produjo un crío, con otro en camino, digamos. 

El pequeño Alec, el hombre del seguro de la cooperativa, que acababa de quedarse viudo, fue la siguiente, eh, víctima de Na Na, digamos. Dicen que Alec pensaba que el crío que Na Na llevaba dentro era suyo, sabes. Duró como tres años y le hizo otro crío, antes de que el pobre tipo saliese como un huracán, después de cogerla follando con otro tío en casa y tal.

Esperó al otro tío en la escalera con una botella y tal, o eso dice la historia. El tío suplicó piedad. Alec dejó la botella, diciendo que no necesitaba un arma para darle una lección a un tío de esa calaña y tal. La cara del tipo cambió, y pateó al pobre Alec escaleras abajo, arrastrando al pobre fulano hasta el Walk, grogui y cubierto de sangre, digamos, antes de arrojarle sobre un montón de basura situada en la acera frente a una verdulería.

Mi madre dice que el pequeño Alec era, como suele decirse, un hombre decente. Era el único fulano de Leith que no sabía que Na Na hacía la calle, digamos.

El penúltimo crío que tuvo Na Na fue todo un misterio, digamos. Es mi tía Rita, que está más cerca de mi edad que de la de mi madre. Supongo que siempre me gustó Rita, una tía enrollada, como muy de los sesenta, ¿sabes? Nadie descubrió quién era el padre de Rita, pero entonces llegó Dode, a quien Na Na tuvo cuando ya estaba bien entrada en la cuarentena, ¿sabes?

Cuando yo era un pimpollo, Dode me parecía un personaje verdaderamente escalofriante. Ibas a casa de Na Na un sábado, a cenar digamos, y te encontrabas a ese joven y antipático tío negro, mirando fijamente a todo el mundo, antes de escabullirse por una esquina y tal. Todos decían que Dode era un resentido, y yo también lo pensaba, hasta que empecé a calar la clase de vejaciones que el tipo tenía que aguantar, en el colegio y en la calle y todo eso. A nadie le iba ni le venía, te lo digo yo. Yo es que me río cuando algunos fulanos dicen que el racismo es cosa de los ingleses y que aquí arriba todos somos los hijos de Jock Tamson…, es mierda pura, digamos, tipos hablando por el culo. 

Hay una fuerte tradición rateril en mi familia, digamos, ¿sabes? Todos mis tíos están en el oficio. Siempre fue Dode el que recibía las penas más duras por los delitos más ínfimos, sabes. Un rollo bastante turbio, tío. Rents dijo una vez que no hay nada como un tono de piel más oscuro para incrementar la vigilancia de la policía y los jueces: ¡y cómo!

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139

… «Uh, uh… espera un momento, colega. Hazme caso. Escucha lo que tengo que decir… qué cojones estaba diciendo… ¡ya! Eso. Cuando estás con el caballo, lo único que te preocupa es pillar. Te desenganchas de la mandanga, y te preocupas por un montón de cosas. No tengo dinero, no puedo ponerme pedo. Tengo dinero, bebo demasiado. No consigo ligarme una tía, no hay manera de echar un polvo. Consigues una tía, demasiado agobio, no puedes respirar sin que se te suba a la chepa. O eso, o la cagas, y te sientes todo culpable. Te preocupas de las facturas, la comida, los bailiffs [**alguaciles encargados de embargar los bienes de quienes se niegan a pagar la poll-tax. HeartOfMilothian(N. del T.)], de que esa escoria nazi de los Jambos nos gane, de todas las cosas que no te importarían una mierda cuando tienes un verdadero hábito de caballo. Sólo tienes una cosa de la que preocuparte. Es todo tan sencillo. ¿Entiendes lo que quiero decir?» Renton se detiene para darle otra molienda a sus mandíbulas.

«Sí, pero es una vida miserable que te cagas, ya te digo, tío. No es vida en absoluto, ¿entiendes? Como cuando estás con el mono, tío… eso es lo peor de lo peor… la molienda de los huesos… el veneno, tío, el veneno puro… No me digas que quieres todo eso otra vez, porque eso es lo que te digo, un puto farol.» La respuesta va algo cargada de veneno, sobre todo respecto de las pautas suaves y relajadas de Spud. Renton se percata de que evidentemente ha tocado un nervio. 

«Sí. Estoy soltando un montón de mierda. Es el speed.»...

brotherteddCom2[…] Era la costumbre y la práctica. Begbie, como el caballo, era un hábito. Un hábito peligroso, además. Estadísticamente hablando tienes más probabilidades de que te mate un miembro de tu familia o un amigo cercano, que cualquier otra persona. Algunos gilipollas se rodean de colegas psychos imaginándose que eso les hace fuertes, menos propensos a ser heridos por nuestro mundo cruel, cuando es evidente que lo cierto es lo contrario.

Por el camino hacia la puerta con las americanas, Sick Boy se vuelve, arqueando una ceja hacia Renton al estilo Roger Moore, mientras abandona el bar. Un destello de paranoia provocado por el speed sacude a Renton. Se pregunta si quizá el éxito de Sick Boy con las mujeres esté basado en su habilidad para levantar una ceja. Renton sabe lo difícil que es. Había pasado muchas tardes practicando esta técnica delante de un espejo, pero ambas cejas seguían elevándose simultáneamente.

La cantidad de bebida consumida y el paso del tiempo conspiraban para concentrar la mente. Cuando falta una hora para el cierre, alguien con quien no soñarías siquiera en enrollarte se convierte en aceptable. Cuando falta media hora, se vuelve decididamente deseable.

Renton ShatilovaVictoriaLos errantes ojos de Renton ahora se detienen continuamente ante una chica delgada de cabello castaño liso y más bien largo, ligeramente inclinado hacia arriba en las puntas. Tiene un buen moreno y delicadas facciones resaltadas con buen gusto por el maquillaje. Lleva una blusa marrón y pantalones blancos. Renton siente cómo la sangre abandona su estómago cuando la mujer se mete las manos en los bolsillos, exhibiendo marcas de bragas visibles. Ése es el momento para él.

Un tipo de cara redonda e hinchada y camisa de cuello abierto que se atirantaba al llegar a su abultada tripa, está dándoles palique a la mujer y su amiga. Renton, que tiene jocosos y abiertos prejuicios contra la gente obesa, aprovecha la oportunidad para darles rienda suelta.

«Spud, mira el gordo desgraciao. Hijoputa glotón. Yo no me creo toda esa mierda de que si es una cosa glandular o de metabolismo. No se ven gordos hijos de puta cuando echan secuencias de la tele sobre Etiopía. ¿Es que allí no tienen glándulas? Venga ya.» Spud se limita a responder a esta salida de tono con una sonrisa de fumao. 

Renton piensa que la chica tiene buen gusto porque da la espalda al gordo. Le gusta el modo en que lo hace. De manera inequívoca y con dignidad, sin ponerle realmente en ridículo, pero haciéndole saber con absoluta claridad que no está interesada. El tío sonríe, extiende las palmas y ladea la cabeza, acompañado por una andanada de risas burlonas de parte de sus colegas. Este incidente hace que Renton se decida aún más a hablar con la mujer. 

FrankZappaRenton le hace señal a Spud que se acerque con él. Puesto que odia dar el primer paso, queda encantado cuando Spud empieza a hablar con su colega, porque normalmente Spud no toma jamás la iniciativa de esa forma. Pero es obvio que el speed está ayudando, aunque le inquiete mucho oír a Spud divagando sobre Frank Zappa.

Renton intenta una aproximación que considera relajada pero interesante, sincera pero fina.
«Perdona por interrumpir tu conversación. Sólo quería decirte que admiro tu excelente gusto en dejar fuera de juego a ese gordo hijoputa. Pensé que podrías ser una persona interesante con la que hablar. Pero no me ofenderé si me dices que me vaya por donde el gordo hijoputa. Soy Mark, por cierto.» 

La mujer le sonríe de una forma ligeramente confusa y condescendiente, pero a Renton le parece que al menos eso es mejor que «vete a tomar por culo» con bastante diferencia. Mientras hablan, Renton empieza a sentirse inseguro de su aspecto. El subidón del speed está decayendo un poco. Se angustia por si su pelo queda ridículo teñido de negro, puesto que sus pecas anaranjadas, el azote de todo hijoputa pelirrojo, resultan llamativas. Antes pensaba que se parecía al Bowie de la era Ziggy Stardust. Hace unos pocos años, sin embargo, una mujer le dijo AlecMcLeishque era clavado a Alec McLeish, el jugador de fútbol del Aberdeen y la selección escocesa. Desde entonces la etiqueta se le ha quedado pegada. Renton se ha jurado a sí mismo viajar hasta Aberdeen para dar fe de su agradecimiento cuando Alec McLeish decida colgar las botas. Se acuerda de una ocasión en que Sick Boy sacudió tristemente la cabeza, y preguntó cómo un menda que se parecía a Alec McLeish podía esperar jamás resultar atractivo para las mujeres. Así que Renton se ha teñido el pelo de negro en un intento de deshacerse de la imagen McLeish. Ahora le preocupa que cualquier mujer con la que se enrolle se mee de risa cuando se quite la ropa y se vea enfrentada a unos pelos púbicos de color bermejo. También se ha teñido las cejas, y se pensó lo de teñirse los pelos del pubis. Estúpidamente, fue a pedirle consejo a su madre…

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199

Hazel me dijo, justo antes de decirme que no quería verme más, cuando empecé a picarme por enésima vez: «Sólo quieres joder la marrana con las drogas para que todo el mundo piense lo profundo y lo jodidamente complicado que eres. Resulta patético, y es un puto aburrimiento.»

En cierto sentido, prefiero el punto de vista de Hazel. Hay un elemento de ego en él. Hazel entiende de las necesidades del ego. Es escaparatista en un gran almacén, pero se describe a sí misma como una «artista del despliegue para el consumo» o algo así. ¿Por qué iba yo a rechazar al mundo, verme a mí mismo como mejor que él? Porque sí, por eso. Porque lo soy, me cago en Dios, y punto. 

La consecuencia de esta actitud es que me han enviado a esta mierda de terapia/consejos. Yo no quería todo esto. Era o esto o la cárcel. Empiezo a pensar que a Spud le tocó la opción blanda. Esta mierda me enturbia las aguas; confunde en vez de clarificar las cuestiones. Básicamente, lo único que pido es que cada cual se ocupe de sus propios asuntos y yo haré otro tanto. ¿Por qué será que sólo porque uno utiliza drogas duras todo quisque se cree con derecho a diseccionarle y analizarle?

Una vez que aceptas que tienen ese derecho, te unirás a ellos en la búsqueda de ese santo grial, esa cosa que te hace funcionar. Entonces les escucharás, y te dejarás embaucar hasta creerte cualquier teoría sacada del culo que escojan atribuirte sobre tu conducta. Entonces eres suyo, no tuyo; la dependencia se desplaza de la droga a ellos.

 La sociedad inventa una lógica falsa y retorcida para absorber y canalizar el comportamiento de la gente cuyo comportamiento está fuera de los cánones mayoritarios. Supongamos que conoces todos los pros y los contras, sabes que vas a tener una vida corta, estás en posesión de tus facultades, etcétera, etcétera, pero sigues queriendo utilizar el caballo. No te dejarán hacerlo. No te dejarán hacerlo, porque lo verían como una señal de su propio fracaso. El hecho de que simplemente elijas rechazar lo que tienen para ofrecerte. Elígenos a HarryLauder2nosotros. Elige la vida. Elige pagar hipotecas; elige lavadoras; elige coches; elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, atiborrándote la boca de puta comida basura. Elige pudrirte en vida, meándote y cagándote en una residencia, convertido en una puta vergüenza total para los niñatos egoístas y hechos polvo que has traído al mundo. Elige la vida.

Pues bien, yo elijo no elegir la vida. Si los muy cabrones no pueden soportarlo,ése es su puto problema. Como dijo Harry Lauder, sólo pretendo continuar así hasta el final del camino…

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213-14

… Mi bienamado hermano estaba al servicio de Su Majestad, de patrulla cerca de su base en Crossmaglen, Irlanda, en la parte que se halla bajo dominio británico. Habían abandonado su vehículo para examinar una barrera cuando ¡POW! ¡ZAP! ¡BANG! ¡ZOWIE!, y nunca más se supo de ellos. Sólo tres semanas antes del final de su periodo de servicio.

 AtentadoIRAMurió como un héroe, dicen. Recuerdo esa canción: Billy, no seas un héroe. De hecho, murió como un gilipollas uniformado de repuesto, caminando por una carretera comarcal con un rifle en la mano. Murió como una ignorante víctima del imperialismo, sin tener ni puta idea acerca de las múltiples circunstancias que llevaron hasta su muerte. Ése era el mayor crimen, que no tenía ni puta idea. Todo lo que tenía como guía en esa gran aventura por Irlanda que le llevó a la muerte eran unos cuantos sentimientos sectarios vagamente esbozados. El cabrón murió como vivió: completamente despistado.

Su muerte me benefició. Salió en las noticias de las diez. En términos warholianos, el cabrón tuvo sus quince minutos de fama póstuma. La gente nos ofreció su simpatía, y aunque estuviese desencaminada, era agradable recibirla de todos modos. ¿Para qué va uno a decepcionar a la gente?

Algún cabrón de la clase dominante, un ministro joven o algo así, dice en su voz de Oxbridge que Billy fue un joven valiente. Era exactamente la clase de cabrón al que habrían pegado la etiqueta de cobarde malhechor si en vez de estar al servicio de Su Majestad hubiese estado merodeando por las calles de civil. El puto aborto con patas dice que se perseguirá implacablemente a sus asesinos hasta dar con ellos. Pues así sea, ¡cojones! Haciendo todo el recorrido hasta llegar a la puta Casa de los Comunes

Saborear pequeñas victorias contra esta basura blanca, instrumento de los ricos que no no no...

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[…] Junto a la tumba todo resulta extraño. Spud está aquí por alguna parte, desenganchado, recién salido de Saughton. Tommy también. Es alucinante, Spud con aspecto saludable, y Tommy con aspecto de tener a la muerte llamando a su puerta. Completa inversión de papeles...

[…] Billy Boy. Me acuerdo de cómo compartíamos aquella habitación. Cómo coño lo hice durante todos esos años es algo que no alcanzo. 

El sol tiene un poder. Puede comprenderse por qué hay gente que lo adora. Está ahí, conocemos al sol, podemos verlo, y nos hace falta.

SubbuteoLiverpoolTú tenías preferencia sobre la habitación, Billy. Quince meses de antigüedad más. Entre derechos iguales decide la fuerza. Traerías a una chavala mascachicles de rostro enjuto y ojos maliciosos para follar o al menos meter mucha mano. Me miraban con androide desprecio cuando tú me desterrabas, sin perjuicio de quién estuviera conmigo, al pasillo con mi Subbuteo. Recuerdo en particular el innecesario aplastamiento bajo tu tacón de dos jugadores del Sheffield Wednesday y uno del Liverpool. Innecesario, pero claro, la dominación total requiere su simbolismo, ¿no es así, Billy Boy?...

[…] «Has madurado hasta convertirte en un bomboncito, ¿sabes?», babeo beodamente. Ella me mira como si lo hubiera visto todo ya. Iba a sugerir que nos escapáramos hasta Fox’s, o a mi piso en Montgomery Street. ¿Será ilegal follarte a tu prima? Probablemente. Tienen leyes para impedirte hacer todo lo demás.

«Lástima lo de Billy», dice. Veo que piensa que soy un gilipollas total. Por supuesto, tiene toda la razón. Yo pensaba que cualquier cabrón con más de veinte tacos era un soplapollas con el que no valía la pena hablar hasta que los cumplí yo. Cuanto más veo, más pienso que estaba en lo cierto. A partir de ahí, son todo feos compromisos, todo tímidas capitulaciones, progresivamente hasta la muerte.

Desgraciadamente, Charlie, o Chick-chicy-chic-chicky-chicky, ha detectado la licenciosa naturaleza de mi conversación y se adelanta para proteger la virtud de Nina. Ni que decir tiene que no necesita la asistencia de un gordo esquivajabones.

El hijo de puta me hace señal de que me vaya a un lado con él. Como no le hago caso, me coge por el brazo. Está bastante bebido. Su susurro es pesado, y su aliento huele a whisky.

«Escucha, hijo, si no te montas en la puta bici te voy a partir la cara. Si no fuera por tu padre, hace rato que lo habría hecho. No me caes bien, hijo. Nunca me has caído bien. Tu hermano era diez veces más hombre de lo que tú serás nunca, puto yonqui. Si supieras el sufrimiento que les has causado a tu madre y tu padre…»

brotherteddCom«Puedes hablar con franqueza», le corto, la ira latiéndome en el pecho pero contenido pese a todo por una deliciosa alegría procedente de saber que le he hecho perder los papeles. Calma. Es la única forma de joder vivo a un hijo de puta farisaicosanturrón.

«Ya lo creo que hablaré con franqueza, Don Capullo Universitario Listillo. Te haré atravesar esa puta pared.» Su voluminoso puño tatuado estaba a sólo unos centímetros de mi rostro. Apreté con más fuerza el vaso de whisky que tenía en la mano. No iba a dejar al cabrón que me tocara con aquellas putas manos. Si se movía, se iba a comer el vaso.

Aparté a un lado su mano alzada.

«Si me dieras una tunda, me harías un favor. Luego me haría una paja recordándola. A los espabilaos yonquis ex universitarios esas cosas nos excitan. Porque no vales para otra cosa, basura de mierda. Además, no cabe esperar otra cosa de vosotros. Si quieres salir a la calle, no tienes más que decirlo.»

Señalé hacia la puerta. La habitación parecía haber encogido hasta tener el tamaño del ataúd de Billy y estar poblada únicamente por Chick y yo. Pero había otros. La gente se había vuelto para mirarnos.

El capullo me empuja suavemente por la pechera.

«Ya hemos tenido un funeral en la familia hoy, no queremos otro.»...

[…] Me tomé el whisky a tragos, disfrutando del amargo sabor ardiente en la garganta y en el pecho, estremeciéndome cuando hizo contacto con mi estómago revuelto. Me fui a buscar el retrete.

Sharon, la chorba de Billy, estaba saliendo. Le cerré el paso. Sharon y yo quizá nos hayamos dicho media docena de frases el uno al otro. Estaba borracha y mareada, con el rostro sonrojado e hinchado de alcohol y embarazo.  

«Espera un momento, Sharon. Tú y yo tenemos que charlar un pelín. Aquí dentro hay bastante intimidad.» La escolto hasta el retrete y cierro la puerta a nuestras espaldas. Empiezo a meterle mano mientras le suelto un montón de mierda acerca de cómo en un momento como éste tenemos que ser como una piña. Le estoy sobando el bollo, y venga a decirle cuánta responsabilidad siento por mi sobrino o sobrina nonato/a. Empezamos a morrearnos, y bajo la mano, acariciando las marcas de las bragas a través de la tela de algodón de su vestido premamá. Pronto empecé a toquetearle el coño y ella ya me había sacado la polla de los pantalones. Yo aún seguía vacilando, diciéndole que siempre la había admirado como persona y como mujer, cosa que en realidad no necesitaba oír porque ya está de rodillas ante mí, pero de algún modo resulta reconfortante decirlo. Se mete mi semi en la boca y me enderezo con rapidez. No hay duda alguna, sabe hacer una buena mamada. Pienso en ella haciéndolo con mi hermano, y me pregunto lo que pasaría con su polla en la explosión. 

 Si Billy pudiera vernos ahora, pienso, pero de un modo sorprendentemente reverente. Me pregunté si podría, y deseé que así fuera. Eran los primeros buenos pensamientos que había tenido en relación con él. La saco justo antes de correrme, y guío a Sharon hacia la posición del perrito. Le levanto el vestido y le bajo las bragas. Su pesada barriga se comba hacia el suelo. Intento metérsela por el ojo del culo primero pero es demasiado estrecho y me hace daño forzar la punta del capullo. 

«Así no, así no», dice ella, así que dejo de revolver en busca de alguna crema y le encajo los dedos en el coño. Tiene un poderoso olor a hiedra. Ya puestos, mi nabo también huele bastante a corrupción y pueden verse los copos de requesón de polla en el casco. Nunca he estado demasiado metido en eso de la higiene personal; probablemente sea la parte de esquivajabones que llevo dentro, o el yonqui.

Concurro con los deseos de Sharon y la folló por el coño. Es un poco como meter la proverbial salchicha en un callejón, pero encuentro mi cadencia y ella se estrecha. Pienso en lo poco que le queda para petar y lo adentro que estoy yo, y ya me veo metiéndola en la boca del feto. Vaya concepto, una follada y una mamada simultáneas. Me atormenta. Dicen que una follada es buena para un infante nonato, les hace circular la sangre o alguna mierda de ésas. Lo menos que puedo hacer es interesarme por el bienestar del bebé...

 […] Suelto mi chorromoco y la saco. La empujo suavemente hasta postrarla y le saco del vestido sus enormes tetas lechosas. Me acurruco entre ellas como un bebé. Ella empieza a acariciarme la cabeza. Me siento maravillosamente, tan en paz.

«Eso ha estado chachi», boqueo satisfecho.

«¿Seguiremos viéndonos ahora?», dice ella, «¿eh?» Hay en su voz un deje desesperado, suplicante. Pero qué desgraciada.

Me levanté y le besé la cara, que estaba como una pieza de fruta hinchada y pasada. No quería ponerme duro en ese momento. Lo cierto era que ahora Sharon me producía repulsión. Esta mema se cree que con un polvo puede sustituir a un hermano por el otro. El caso es que probablemente no anda muy desencaminada.

TiraDibu

213-14

Mala sangre

Conocí a Alan Venters a través del grupo de autoayuda VIH y Positivos, aunque él no perteneció al grupo mucho tiempo. Venters no se cuidaba demasiado bien, y pronto desarrolló una de las muchas infecciones oportunistas a las que somos proclives. Siempre encontré divertido el término «infección oportunista». En nuestra cultura, parece evocar alguna cualidad admirable. Pienso en el «oportunismo» del empresario que localiza un hueco en el mercado, o la del delantero en el área de penalti. Unas mierdas muy tramposas, esas infecciones oportunistas.

Los miembros del grupo estábamos más o menos en las mismas condiciones médicas. Todos teníamos anticuerpos del sida, pero la mayoría no presentábamos síntomas. La paranoia nunca andaba muy lejos de la superficie durante nuestras reuniones; todo el mundo parecía estar investigando furtivamente las glándulas linfáticas de los demás para detectar señales de hinchazón. Era desconcertante sentir cómo se desplazaban los ojos de la gente a un lado de tu cara durante una conversación.

Este tipo de comportamiento incrementaba el sentido de irrealidad que pendía sobre mí en aquel momento.

  _  

[…] La mayoría de los miembros de VIH y Positivos eran drogotas intravenosos. Pillaron el virus en los chutódromos que habían florecido en la ciudad a mediados de los ochenta, después de que cerraran los suministros quirúrgicos de Bread Street. Eso detuvo el flujo de agujas y jeringuillas nuevas. Después de eso, el rollo fueron las grandes agujas comunitarias y todos a compartirlas por igual. Tengo un colega llamado Tommy que empezó a meterse caballo yendo por ahí con unos tíos de Leith. Conozco a uno de ellos, un tío llamado Mark Renton, con el que trabajé hace muchísimo, en mis días de aprendiz. Tiene ironía que Mark haya estado chutándose caballo durante años, y aún, por lo que yo sé, no está infectado por el virus, en tanto que yo jamás he tocado ese tema en mi vida. Había, sin embargo, suficientes picotas presentes en el grupo como para hacerle caer a uno en que podría ser la excepción y no la regla...

[…]

También, de este libro, acceder a:

 Trainspotting  El Final

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