Fragmentos de libros. BELOVED de Toni Morrison Fragmentos I :
Sí que hubiera querido intervenir para rescatar a esa figura implorante de triste mirada de su destino canalla y traerla para casa y que me dijera algo más. Pero lo pensé tarde y lo lamenté después. Como tantas otras veces que, siempre después, reconocemos las ocasiones en las debimos de obrar de forma distinta o decir algo más que no se nos ocurrió a tiempo y se quedó en el tintero, en el runrún interno.
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… Ninguna persona de color, sin duda ningún moreno rojizo de pelo demasiado largo y sin libreta, ni carbón, ni naranjas, ni preguntas. Nadie con quien su madre quisiera hablar y encima lo hiciera descalza. Con el aspecto, con la actitud de una cría y no de la mujer serena y majestuosa que Denver conocía de toda la vida. La que nunca apartaba la mirada, la que cuando una yegua mató a un hombre a patadas frente al restaurante de Sawyer, no apartó la mirada; la que cuando una cerda comenzó a comerse su propia mierda, tampoco aparto la mirada. Y cuando el espíritu del bebé cogió a Here Boy y lo estampó contra la pared con tanta fuerza que le quebró dos patas y le desencajó un ojo, con tanta fuerza que el perro tuvo un ataque de convulsiones y se mordió la lengua, ni siquiera entonces su madre había apartado la mirada. Empuñó un martillo, golpeó a Here Boy hasta dejarlo inconsciente, le limpió la sangre y la saliva, volvió a encajarle el ojo en la cabeza y le enderezó los huesos de las patas. El animal se recuperó, mudo y desequilibrado, más a causa de su ojo indigno de confianza que de las patas torcidas, pero en invierno y verano, con lluvia o con sol, no hubo modo de convencerlo de que volviera a entrar en la casa. Y ahora, esa mujer, que tuvo presencia de ánimo para curar a un perro enloquecido de dolor, se mecía con los tobillos cruzados y apartaba la mirada del cuerpo de su propia hija…
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